Pelos de ángel
En honor a la justicia, ésta es una entrevista que muchos en el fondo han deseado con la esperanza de conocer a este personaje que día a día llena nuestras vidas de ternura, risas y uno que otro momento de desquicio. Quizás la verdadera promotora de semejante atrevimiento sea una de mis sobrinas, quien una vez le dijo: “Yo sé que puedes hablar” (1). Y tenía razón, ella debía hablar, le tocaba romper el silencio, ¿y quién mejor que yo que casi la vi nacer para asumir el reto?
Me encomiendo al Universo y limpio mi aura porque no quiero quedar opacada ante el dorado de la suya. Todo en ella destila oro, desde su suave pelo hasta lo profundo de su mirada.
Me ha pedido algo de tiempo para prepararse y me siento en la hamaca que está en el patio de nuestra casa y formulo en mi mente las preguntas para alguien que con su sabiduría podría nutrirme profundamente y hasta intento pensar como ella y buscar respuestas anticipadas. Corre por el jardín sin mirarme, parece no importarle el hecho de que la observe, porque solo verla me transmite desde que nos conocemos una sensación de alegría y de paz inexplicables. Me inquieta un poco que cambie de opinión, ella es impredecible. Es, como dice mi prima cuando se refiere a su hija, “una florecita silvestre”. Tiene la juventud en sus años, pero su alma es la de una niña de cuatro. Su caminar es bastante peculiar, como diría mi sabia abuela: algo de “patuleca”. Su personalidad intensa somete al más duro de los duros. Es como una ráfaga de viento que despeluca, en panameño, o despeina, en español, pero te devuelve la vida en medio de un ardiente sol de verano. Impetuosa, vivaz, inteligente, osada y sumamente cariñosa.
Una vez recupera su energía (creo que se ha estado alimentando de la fuerza interior que destila la tierra debajo de la grama), se acerca con su sonrisa graciosa y me da un cálido abrazo. La miro a los ojos, no llevo libreta y tengo la grabadora (2) estratégicamente escondida, pues son cosas que podrían distraernos. Debo confiar en mis instintos porque todo en esta entrevista se basa en los sentidos para interpretar adecuadamente su forma de ver la vida. Estoy nerviosa, pero creo que ella no lo nota. Entre los requerimientos de nuestra conversación, me ha pedido que la brevedad sea la connotación de este encuentro, así que debo aprovechar el tiempo porque su inquietud puede entorpecerlo todo.
Le pido que se siente junto a mí con la intención de hacerla sentir cómoda y relajada e inicio la plática:
¿Cuál crees que ha sido el mejor momento de tu vida?
Sin titubear, me dice mirando el jardín: “Ahora”… este momento junto a ti, este día, justo hoy. “Ya” estoy sembrando excelentes memorias.
¿Por qué?, pregunto incrédula.
Porque aunque disfruto a ratos recordando el ayer, éste ya pasó y he aprendido mucho con él y como la vida es tan efímera y corta, mañana no me inquieta, ni siquiera sabemos si vamos a estar. Hoy es el día que puedo vivir plenamente y soy responsable por ello. Hoy tengo lo que necesito para ser feliz. Quizás quiera algunas cosas adicionales, pero tengo las que necesito y estoy agradecida.
Me dejó sin palabras. Reaccioné lo más rápido que pude con otra pregunta. ¿Alguien como tú ha sentido o experimentado miedo?
“El miedo paraliza y mata. No nos permite ser y tenemos más que perder cuando albergamos ese sentimiento en nuestra mente porque, ¿sabes?, el miedo es mental, o sea, que podemos controlarlo, vencerlo y superarlo. Mi curiosidad no permite ese lujo” (y suelta una pequeña sonrisa).
¿Qué me dices de Dios?, pregunto yo.
“¿Dios? (ahora sí ríe a carcajadas). Estoy aquí por Él. Todos los días cumplo la misión para la que me mandó y las pocas veces que me he desviado (me mira de reojo)… No me gusta desviarme…”
Háblame de tus “desvíos”.
(Vuelve a reír). Respira hondo. “Bueno (y encoge los hombros), soy de carne y hueso. Puede que uno que otro día las gracias no me salgan como quiero y mi afán por juguetear, divertirme o esas cosas que me gustan puedan enfurecer un poco a los que me rodean, como a mi hermana, por ejemplo. Pero que conste que no lo hago con malas intenciones. Y en cuanto a Dios, Él existe en cada cosa que hacemos, que decimos, que pensamos; en cada cosa de la Creación, en la magnificencia del cielo, en la inmensidad del mar, en el infinito del Universo. Existe en las pequeñas cosas y en lo más profundo de nuestro corazón. No importa cómo le llamemos (me susurra al oído: Él siempre acude). No importa siquiera la forma en cómo le invoquemos, su Inteligencia y Poder son absolutos, y es tan real como el aire que respiramos, aunque no lo podamos ver o tocar”.
Veo que empieza a inquietarse, pero no puedo terminar esta oportunidad en millones incalculables para interrogarle. ¿Por qué no hablar? Me responde con esa mirada tierna que me derrite:
“Hablar no es la misión por la que vine al mundo, no es la misión por la que estoy con ustedes, no es la misión por la que existo. Y antes de que me preguntes mi misión, quiero que sepas que el mayor sufrimiento en la Tierra, la mayor carencia entre las personas, la raíz de todos nuestros problemas…(y mira fijamente hacia la grama frente a nosotras), es la falta de amor. Yo estoy aquí como muchos otros para llenar ese vacío. Generación tras generación, hemos sido amigos fieles, hermanos, hijos, parte de la familia, todo lo que tú necesitas que yo sea, intento suplementarlo con amor leal, incondicional. Soy compañera y guardiana por naturaleza, no me puedo desprender de esto, es como mi trabajo”.
Se me aguaron los ojos y no tuve más que decir: “Gracias, Ginger” (3). Se abalanzó sobre mí con la fuerza de un huracán, me abrazó y su lamida para enjugar mis lágrimas fue lo más cercano a un beso cálido y me dijo: “Gracias a ti, mami, te amo mucho”. Y con júbilo y gozo se bajó en sus cuatro patas de la hamaca a jugar nuevamente en el patio junto a Misty (4). Seguro han caído demasiados ángeles del cielo para que logremos notarlo. Ambas me miraron y ya no necesitaron decir más. Las palabras sobraban.
(1) Mi sobrina realmente se dirigió a otro ángel entre nosotros: Tiffany, una Schnauzer de nueve años. Tomé de su inquietud las ideas para disipar sus dudas y las de todos. Seguramente Tif ha de haberle hablado en más de una ocasión sin que ella se percatara.
(2) Curiosamente al final de la entrevista, la grabadora solo registró mi voz.
(3) A un par de meses, Ginger “Fula”, mi hermosa Golden Retriever, está por cumplir cuatro años, lo que en tiempo canino equivale a 4 veces 7, o sea 28 años y aunque su mente tiene muchos años más, su corazón es exactamente de 4. Ha llenado de amor y risas las vidas de todos los que hemos compartido con ella, sobre todo reemplazó la soledad de Misty en un arco iris de aventuras.
(4) Misty Osa es mi Rottweiler de casi 11 años, la niña de mis ojos. Hasta su doctora nos decía que ella es un angelito atrapado en el cuerpo de un canino y que a duras penas sabe que tiene dientes. Murió el pasado 26 de diciembre y cada día le echo de menos.
Dedicado en memoria de Beauty, Sadán y Turco, a mis hijas Misty (mi primogénita que regresó al cielo +), Ginger y a todos los perros en el mundo, nuestros mejores amigos, ángeles caídos del cielo.
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