miércoles, 1 de agosto de 2012

El gran arte de perdonar

  • "El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”. Martin Luther King
  • “El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe”. William Shakespeare
  • “El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió”. Madre Teresa de Calcuta
  • “No escatimes el perdón: es imposible caminar con tantas heriditas abiertas”. Zenaida Bacardí de Argamasilla
  • Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado”. Autor desconocido 
Ayer en una conversación fugaz con alguien a quien quiero mucho, me decía que necesitaba practicar más el arte de perdonar y me quedé con eso todo el día, incluso hasta ahora. 

Probablemente para mí siempre haya sido un tema resuelto, porque he tenido como principio no dejar que mi corazón se invada por resentimientos, rabia, rencores, ni mucho menos odio, al menos no por tiempo extendido.  A causa de ello, he recibido grandes amonestaciones que van desde frases poco comprensivas hasta el enojo de aquellos que me quieren, porque alegan que una cosa es “ser bueno” y otra muy diferente “ser pendejo”.  Hay quienes estiman que al adversario se le fulmina para no darle oportunidad de contra atacar con más fuerza y me parece que para ciertas situaciones, aplica.

De lo que sí estoy segura por experiencia es que el perdón “sana, libera y fortalece”. Y de todas las frases que encontré y que me gustaron mucho me identifico más con la última.  Generalmente nos han reafirmado eso de que quien no olvida no ha perdonado… Me niego a creer en eso.  Cuando perdono, no olvido porque a partir de esa experiencia dolorosa, traumática o triste, es como he logrado mejorar como ser humano.  Olvidarlo es como soltar el aprendizaje que me deja y correr el riesgo de repetirlo nuevamente en el transcurso de mi vida. 

Puedo mirar hacia atrás sin sentir amargura (recuerden que es un sentimiento que envejece), a veces incluso, agradecida de aquellos que para bien o para mal me han dado grandes lecciones de vida. Funciona como un libro.  Lo escribo con amor, lo gozo, lo sufro, borro, tacho, reescribo hasta que llego al punto final.  Ese libro termina, se cierra, tiene su historia y ahora quizás emprenda otra aventura literaria… Pero mi libro sigue allí, contando lo suyo, aunque lo queme, queda inmortalizado en mi recuerdo y en el de aquellos que lo leyeron o lo protagonizaron.

Perdonar a quien nos ofendió, a quien habló mal de nosotros, a quien nos ha hecho daño física o emocionalmente.  Perdonar a quien nos abandonó, nos rechazó o nos traicionó… Perdonar una mala palabra, un mal deseo, un mal momento… Perdonar la infidelidad, la deslealtad, la intolerancia, la impaciencia, la soberbia, la envidia… Perdonarnos por las veces que nos hemos expuesto o que hemos herido a nuestros seres queridos o a completos extraños… Perdonar las injusticias y las cosas que escapan de nuestro control… ¿Qué difícil no?

Hay cosas con las que sencillamente aprendemos a vivir porque nos toca.  La idea es hacerlo sin miedo, porque al no querer sufrir y con la excusa de no cometer los mismos errores, nos perdemos de disfrutar las maravillas que el hoy nos regala.  Y coincido con la Madre Teresa, porque al igual que el amor, el perdón es una decisión.  Ya sea que necesites perdonar o ser perdonado, sal a ese encuentro y enfréntalo, con la mejor actitud, con voluntad y con fe. 

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