jueves, 2 de agosto de 2012

Soy...

De sol, mar y arena

Me siento junto a la orilla como siempre me ha gustado, como siempre acostumbré y puedo mirar indefinidamente donde se une la grandeza del cielo y del mar en idilio seguro y perenne, justo allí donde me parece ver la magnificencia de Dios, al filo del horizonte, allí estoy  yo.  Me fundo en esa imagen para aplacar las insensateces del diario que a veces no puedo o no quiero cambiar y encuentro la plenitud y la armonía completa… Con gran claridad puedo mirar hacia atrás para recordar vívidamente cada recuerdo y depurar aquellos que no le dan sentido a mi existencia. A veces puedo sentir la nostalgia del tiempo que no volverá y el ímpetu del mañana venidero, pero me centro en el hoy, buscar en cada respiración el equilibrio, la esencia del amor.

Cierro los ojos, como queriendo adivinar aquello que pudiera ser, si lograra traspasar el umbral. Muy terrenal, seguro tendría la astucia y el misterio cual  Bengala blanco; de las profundidades, sin dudar, un tiburón blanco y del infinito sobre el aire, un águila.  Abro los ojos y me veo como en realidad soy, un perrito territorial, pero leal y lleno de amor; tal vez muy parecida a Nemo como especie extraña, pero sublime o simplemente la representación de una paloma en busca de paz…

Soy una pensadora incansable, consciente de haber venido para una misión especial en este tiempo, en este espacio, pero inconsciente  aún de la forma, del fondo.  Con ojos atentos y mirada esquiva, larga y esbelta cual palma de coco en mi costa, tan común como un papo y tan exótica como una orquídea.  Mi piel trae el color fundido de un café con leche, pero con aroma a sal. Manos de pianista frustrada, olfato traicionero, pelos de borrego salvaje. Soy fuego en el cuerpo, soñadora de corazón, alma de niña, verdad en el espíritu, especialista en el decir, inconsistente en el practicar, rápida para interpretar, lenta para actuar.

Nací donde la brisa sonríe, la lluvia abraza y la naturaleza aflora,  donde la gente es feliz porque sí y alborota porque sí también; donde no hay juega vivo, sino muy vivos. Tierra querida, puerto seguro que siempre se recuerda, que siempre se añora, no importa el tiempo, no importa la distancia,  en la cuna del paraíso, en el único lugar que me soñaría eterna.  Nací en medio de sol, mar y arena, de canto y baile, de grandeza y miseria, de cultura y riqueza, de sabor y ponchera. Camino ansiosa de este lado del charco, muchos pasos, muchos kilómetros.  Tierra azteca, carne buena, vino tinto, panda importado, imitación de mi suelo querido, la casa de Bob Marley, pedacito de son, pero ninguno trae a mí la abundancia de alegría, la tranquilidad de vivir, el amor de familia, ni la seguridad del hogar.

Tengo la saga de la mejor trilogía, más cuentos que el “Diario de mamá”, tan perseverante como “Rocky”, complicada como un mafá, deliciosa como el arroz con pollo y ardiente como el picante chombo, soy más limón que manjar y me siento fresca como una lechuga recién cosechada. Más terca que un burro, disciplinada como un yogui, curiosa como un infante. No soy monedita de oro que a todos gusta y quisieran tener, pero de mí nace el brillo lustrado de un diamante rosado. En la mitología me habría gustado ser hija de Poseidón y Afrodita para los griegos o quizás de Neptuno y Venus para los romanos. Quiero ser feliz como una lombriz, amar como si fuera la primera vez, vivir como si fuera el último día.

Soy fiel hija de Dios, pero con pecado concebido, “fan” número uno de mami y amiga leal. Solo sufro de pena ajena y me engrandezco ante la felicidad del ser querido. Me siento cielo y a veces un verdadero infierno, pero confieso que tengo más vocación de ángel que de demonio. Soy impredecible como un tragamonedas y transparente como el agua. Soy “solamente” de donde nací: entre el sol que deslumbra en el cielo y quema las pestañas o la lluvia que refresca la mañana o inunda la casa; la arena cálida y el Caribe apacible, entre palmas de coco y la humedad que ataca… De allí soy, eso soy, allí volveré y descansaré.

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