No importa el color de la cinta, si la lucha es a favor de la vida, se apoya. Hoy hablo en nombre de los miles de gladiadores que han batallado, que batallan y de otros muchos que fueron guerreros hasta el final.
Sostengo que se es más empático con las vivencias de otras personas cuando experimentas la misma situación. No obstante, me ha tocado fraternizar muy de cerca con seres queridos que pasan por un proceso de salud tan delicado que en ocasiones es una sentencia de despedida.
No vale la pena enfocarse en el trauma psicológico y físico que esto supone; ni en el sufrimiento, el desgaste o las frustraciones que arrastra tanto para ellos, como para sus seres queridos. Prefiero darle preponderancia a su voluntad, valentía, esperanza y al maravilloso poder de la fe. Soy declarante de que en oración, la fe mueve montañas y genera milagros.
Entre nuestros familiares, amigos, compañeros o conocidos, generalmente hay alguien que le toca demostrar a través de su enfermedad la supremacía de sobrevivir, que es sin duda, parte de nuestra condición natural. Son personas excepcionales que lejos de inspirar compasión o lástima, iluminan con su actitud porque siendo testigos de la fragilidad humana, también representan testimonio y son la mejor expresión de fortaleza y perseverancia.
En ocasiones escucho con decepción que nos resistimos a cuidarnos en todos los planos posibles, incluyendo la ciencia. No sé si sea por ignorancia, por ego, por miedo o por simple estupidez. Cuando me dicen: moriré virgen hasta el fin (refiriéndose al examen de próstata); o, yo estoy casado(a) para qué necesito una prueba de HIV; me voy a untar X remedio que me recomendó X y ese bultito en el seno cederá, seguro son ganglios inflamados; ¡ah!, si tengo cáncer prefiero enterarme cuando esté al borde porque no me voy a someter a quimioterapia ni nada de eso, de algo nos tenemos que morir… Me pregunto ¿qué tanto amo o ama su vida?
En pleno siglo XXI aún hay tanto desconocimiento y tabú sobre cura, como sobre prevención. Nuestros abuelos fueron más longevos porque se cuidaban. No había tanto estrés, así que probablemente no tenían el hábito de hacer ejercicios, pero comían más saludable. Somos lo que pensamos, lo que comemos, lo que hacemos… Cuidar del preciado don de la vida y de la salud (que no tienen precio), depende en gran medida de cada uno y aún así no es garantía porque nos anteceden las herencias genéticas. Pero tomemos en cuenta que las cintas tienen mil colores y mil causas: para la prevención de cáncer y leucemia, de SIDA, el autismo, la parálisis cerebral, síndrome de down, alzhéimer, etc. Hay quienes desarrollan o adquieren enfermedades y otros que nacen bajo algunas limitaciones o condición especial, viven con ello y nos dan grandes lecciones sin importar de cuántos asaltos sea la pelea.
No miremos para otro lado porque todos estamos expuestos, nadie quiere, nadie lo busca, pero es una realidad. Importante: prevención, consciencia, solidaridad, aprendizaje/ información y amor.
Solo tengo palabras de respeto, admiración y mucho amor para las heroínas y héroes que de una u otra forma han dejado o dejan huellas en mi vida: Carlos A. Gómez (mi abuelo), Marta Chong, Margarita Hepburn, Deborah Dorfmeir, Xiomara Shepherd, Marta Barrera, Judy Quiroz, Marissa Malo, Balbina Sánchez y todos(as) los que a punta de coraje siempre cogen impulso, se ponen de pie y dan la cara.
En este mes de prevención del cáncer de mama y de próstata, recordemos que esto es un día a día; mil colores, pero una sola cinta en honor a la vida. ¡Ánimo que no estamos solos y sonrían que Dios nos ama!
GG
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