Cito:
· Mateo 23: 2,3. “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”.
· Lucas 6:48. “Quitemos la viga de nuestros antes de querer quitar la paja del ojo de nuestro hermano”.
· “Cuando volteamos y quedamos cara a cara con nuestro destino, descubrimos que las palabras no bastan. ¡Cuántas personas conozco que son maestras para hablar, pero incapaces de vivir aquello que predican! Además, una cosa es describir una situación, y otra experimentarla. Por eso, hace mucho entendí que un guerrero en busca de un sueño, se inspira en aquello que hace, y no en aquello que piensa hacer”. Aleph, Paulo Coelho.
Ciertamente es más fácil decir que hacer. Desde que somos pequeños, aprendemos a idealizar a las personas y posiblemente algunos anhelos o situaciones, y no es hasta que creces cuando reconoces que los hechos hablan más que mil palabras. Queremos ser como mamá o como papá; tal vez como la maestra o como aquel policía; quizás imitar a algún súper héroe. Por eso, esto de hacer lo que se predica tiene varias connotaciones.
Primero: Ser. Como soy siempre. Aún sin tener hijos – que es el vínculo inmediato del arquetipo a seguir – siempre seremos el punto de referencia para alguien, por admiración o por envidia, hay quienes desean calzar nuestros zapatos o quienes genuinamente nos admiran. ¿Quién no ha escuchado el dicho que reza así: luz en la calle y oscuridad en la casa? Una cosa es adaptarse a las circunstancias y otra muy diferente es aparentar algo que realmente no soy. Parecer que soy buena gente, alegre, bondadoso, lleno de generosidad y buenos deseos, pero a la vuelta de los seres queridos, pitufo gruñón es un detalle. ¡Cuidado con la hipocresía! Y no nos llamemos a engaños que entre cielo y tierra, nada se oculta.
Somos camino a seguir para los hijos, o para los niños en general, no porque tenemos la potestad de dirigir sus vidas, sino porque somos ejemplo de vivencias. Entonces, más cuidado con aquello de “haz lo que digo y no lo que hago”; que la doble moral siempre sobra y al final, la desilusión destaca. Generación tras generación, los padres pueden “intentar” llevarnos por la senda correcta, pero no deben vivir sus sueños o frustraciones a través nuestro; no pueden evitar el proceso de crecer, con sus altas y bajas, pero sí pueden ser luz o esa roca en la que nos apoyamos cuando se necesite. Hay guiones que no queremos imitar y no aspiramos a revivir de los que nos rodean, por eso es importante observar con suma atención, nuestros propios patrones de conducta.
Segundo: Dar. Qué fácil es dar un consejo, y qué complicado es hacerlo, ¿cierto? Me produce cierta jocosidad porque nos convertimos muy orgullosos en psicólogos, psiquiatras, médicos, asesores de imagen o legales, críticos y jueces, practicamos trabajo social y relaciones humanas, muy buenos para dirigir, pero muy pobres para aceptar, cambiar o ejecutar. Cometemos desaciertos al opinar sin permiso, pretendiendo ser dueños de la verdad absoluta porque carecemos de la humildad y en muchas ocasiones de la experiencia para visualizarnos en las sandalias del otro o aceptar que no tenemos moral para emitir ciertos criterios. Nuestro ego nos hace subestimar, condenar, señalar, inventar, calumniar o dañar al prójimo sin remordimiento alguno porque seguramente, en su posición, lo haríamos mejor.
Yo no “debo” y lo pongo entre comillas porque “sí puedo”, pero no debo, decir: vive hoy como si fuera el último día, y luego andar quejándome del pasado, morir de angustia por el futuro y dejar pasar el ahora sin la mayor importancia. Me miro todos los días al espejo, para recordarme quién soy; consciente de que, no todos los días serán intensos, ni llenos de fuegos artificiales, pero hasta el mar tiene sus días de calma… Aún así, sé que cada término de 24 horas trae esa fracción de segundos lleno de magia, locura o algo nuevo por aprender, y creo que eso compensa el resto de las horas.
Entonces, antes de ofrecer una perspectiva, antes de fallar sentencia, es inteligente pensar y observar nuestras propias carencias. De sabios también es callar y/o escuchar. No solo digas, también hazlo, para que cuando toque el turno de hablar, lo hagamos con propiedad.
Tercero: Pedir. ¿Qué tiene que ver el pedir con hacer lo que predico? Fácil. Porque pedimos más de lo que estamos dispuesto a dar. Es el mismo contenido con otro matiz. Nos produce placer exigir cosas que seguramente están fuera de nuestra capacidad de ofrecer y eso va en todos los planos de nuestras vidas: familiar, social, personal, laboral, sentimental. Se anteponen la soberbia, el egoísmo, el ego, y muchos otros defectos de carácter.
Para cerrar, sería muy noble arrancar por el principio de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cultivar nuestra alma, mente y corazón con la nobleza suficiente para no hacer a los demás, aquello que no me gustaría que me hiciesen a mí. Cada uno conoce sus fortalezas, sus debilidades, y claro que sabemos cuando actuamos de mala fe. Si bien el papel aguanta todo, no podemos desmeritar el hecho de que hay palabras que después de dichas, generan un efecto curativo o destructor sin vuelta atrás. Por mencionar ejemplos comunes, si le pides a tu hijo, a tu hermano, a tu amigo, a tu pareja que deje de fumar o drogarse, procura no hacerlo tú y comprender que no todos tenemos el mismo brío para enfrentar los obstáculos, pero tienes la potestad de ayudarle a salir de eso, sin asumir la postura de juez. No mandes a otros a cuidar el planeta, si tú no estás haciendo nada. No critiques a la que anda con el marido ajeno si cuando ves a tu vecino se te van los ojos o te produce pensamientos morbosos; tampoco digas yo "jamás" haría tal o cual porque no sabes en qué situación te ponga la vida más adelante. No te metas en lo que no te importa, respeta el derecho ajeno. No incites a la violencia, más bien, sirve como mediador(a). No le impongas a nadie lo que debe hacer, ocúpate de lo que te corresponde. No hables mal de otros a sus espaldas, si difieres de su modo o punto de vista, hazlo de frente. No prometas lo que no seas capaz de cumplir. No pretendas que tu hijo estudie medicina porque no tuviste la oportunidad, déjalo ser. No envidies la prosperidad ajena. Por último, deja de decir en este momento: "todo lo que Gina dice aquí es verdad y PRACTÍCALO". ¿Duro? Nadie dijo que es fácil, pero es más virtuoso hablar desde la propia experiencia y hacer aquello que tanto decimos o pensamos.
Por el resto, que sea como dice mi frase favorita de San Agustín: Ama y haz lo que quieras.
GG
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