miércoles, 12 de diciembre de 2012

La cochina confianza

Vivimos en un sistema donde todo es para ayer, de ya para ya, la prisa nos carcome y el tiempo no alcanza y en donde el más vivo (supuestamente), siempre trata de tomar ventajas.

Cuentos nos han de sobrar porque con absoluta seguridad en más de una ocasión nos hemos sentido víctimas de esos peculiares personajes, que no por ser desconocidos, ya que la mayoría de las veces, hasta familia son, con artilugio y sin vergüenza hacen gala de “la cochina confianza”. Lo que para algunos rebasa el límite, para otros es de lo más normal, y es que estos frescos son especialistas en fingir demencia, al menos, para su conveniencia. Das el dedo, y te cogen la mano.

Alguna vez te viste en una situación así:
  • Paga la cuenta (almuerzo, cena, traguito) y te reembolso.  ¿Sigues esperando ese pago?
  • ¿Le prestaste dinero para un supuesto apuro y todavía estás a la espera del pago?  ¿Tuvo la delicadeza de excusarse o solo se hace el pendejo porque sabe que no le vas a cobrar?  ¿Es esa cuenta un “apúntalo en el hielo” y aun así se frecuentan, van a su casa, le ves en buen panameño del 1 al 10 y siempre muy “priti” (pretty), pero no te paga?
  • ¿Referiste a alguien para un préstamo informal y luego el prestamista te lo quiere cobrar a ti porque el susodicho no aparece?  ¿Serviste de fiador y el deudor se dio a la fuga, por lo que continúas pagando por un bien que nunca utilizaste?
  •  ¿Por ser bien educado, te ofreces a ayudarle en algo, pero luego, quiere ayuda regular 24/7?
  • Es final de quincena y… ¿quiere sacar azúcar, café o la leche de tu despensa? ¿muchas quincenas al año? ¡Ah y sin derecho a devolución!
  • ¿Te han pedido un libro prestado, que ya diste por perdido? ¿O te lo regresan roto y en malas condiciones?
  • ¿Te han pedido prendas de vestir o ropa interior prestada?  Peor, ¿la han utilizado sin tu conocimiento?
  • ¿Le ofreces posada un día y se quedó 5?
  • ¿Se convirtió tu casa en un depósito?  ¿Guárdame esto una semana, y resultaron ser 6 cajas y 6 meses?
  • ¿La pareja de tu mejor amigo(a) te hace un comentario de mal gusto sobre éste o te ha hecho alguna propuesta indecente o piropo más indecente todavía?
  • ¿Te viste en una situación difícil en la que te pidieron servir de alcahuete o mentir en perjuicio de otras personas?  ¿Te han dicho algo como: no me viste; si te preguntan, yo estaba contigo?
  • ¿Te tomaron días preparar una presentación, crear una solución, o planear algo, de lo que otro se anotó el crédito y lo hizo frente a ti?  ¿Diste la cara por el grupo, pero todos sacaron igual calificación o evaluación?
  • ¿Te han pedido prestado el carro, lo entregas limpio y con tanque lleno, y te lo devuelven sucio y sin gasolina?
  • ¿Te pidieron que por favor le cuidaras el hijo(a) por 2 horas y resultaron 6 o llegó al día siguiente porque la resaca fue tanta, que no lo pudo recoger y ni siquiera te llamó?
  • ¿Acabas de conocer a alguien que ya te tutea, te pasa la mano por la pierna, la cintura o quién sabe dónde, y se atreve a ponerte apodo, como si fueran amigos de toda la vida? ¿O te hacen un interrogatorio, tipo CSI?
  • ¿Te dejan esperar y esperar y luego aparecen felices como si nada pasó?
  • ¿Quedaste en evidencia por comentarios inapropiados o íntimos delante de otras personas que ni conoces?
  • ¿Revisaron tu celular, tu cartera, tu escritorio, tu computadora, con o sin ninguna razón racional?
  • ¿Te pidieron el favor de imprimir unas cositas urgentes, y resultaron ser 65 páginas que la dejaron sin tinta?
Es posible que ahora rían mientras recuerden esa anécdota o porque se sientan identificados con algunos de los ejemplos descritos, pero en el momento de lo acontecido, no creo que les haya causado gracia. Éstas, apenas son algunas de las que se pueden mencionar, porque hay otras situaciones tan bochornosas y descabelladas que sobrepasan lo inimaginable.

Para estos locos selectivos, hay que aplicar un poco de eso que su cerebro no logra procesar, y como se prefiera hacerlo, diplomática o sin pepitas en la lengua, ponerles un alto.  Las veces que me ha pasado, honestamente, he sentido pena ajena.  Me embarga la pesadumbre y se me turba el sentido común, ya que no logro racionar por qué hay gente que se aprovecha de la buena voluntad de los demás, o que carecen de principios tan fundamentales o de la mínima educación, pero como sé que lo que hagan, digan  o piensen, está fuera de mi control, se convierte en una cuestión de establecer reglas claras o dejarme conguear (que me tomen por tonta), y, para ser sincera, no me gusta estar en la segunda opción.

Si estás en el grupo de los atrevidos – abusivos – compulsivos, piensa en aquello que no te gustaría que te hicieran y no se lo hagas a los demás.  Si puedes reconocer que es un problema, pide ayuda y sino, llegará un día en que como todo, te encuentres con tu talón de Aquiles, y pasarás un gran mal rato.

Con el tiempo aprendemos que no somos reformatorios y por más que queremos a alguien, hay linderos infranqueables, malos hábitos y conductas extrañas, pues no podría decir “no cambiantes”, porque alguna vez me dijeron que solo Dios, las piedras y los estúpidos no cambian.  No exponerse ante ese familiar, amigo, compañero, colega, conocido o perfecto extraño, y si aún, dentro del trato respetuoso que se les ofrece, incurren en un comportamiento que nos expone, nos ofende o perjudica, con la cordura de la que ellos carecen, decir NO.

GG

martes, 11 de diciembre de 2012

Más allá de los lazos de sangre

¿Qué nos une tanto a otro ser, sin que haya una condición genética o el famoso llamado de la sangre?  Ciertamente todos pensaríamos que es el “amor”, pero podría ser algo un tanto más complejo.

Podemos observar o experimentar en carne propia, y el resultado es el mismo.  Padres no biológicos que darían la vida por esos hijos y viceversa.  Me lo han dicho reiteradas veces: no hay diferencia, entre el que engendras y el que llega a tu vida por otra vía.  No solo eso, sino que veo que en la práctica, en la mayoría de los casos, es tal cual. 

Esos religiosos(as), que ofrecen celibato al adquirir un compromiso Supremo, en una relación que nos puede parecer incomprensible, insana, anormal o poco retribuida respecto a las necesidades humanas básicas. Parecen ser menos los que dan el paso, y más los que cuestionan, pero por encima de esos prejuicios, se preserva a través de los siglos (qué bueno, pienso yo).  Igual acontece, cuando por otro lado, en corazón y mente decidimos voluntariamente unirnos al que consideramos nuestro complemento de vida y formamos una familia.

O, seguramente tenemos ese amigo(a) especial, al que queremos más que a nuestro hermano(a) o como un hermano(a), al que le confiaríamos la vida, y nos da un poco de vergüenza admitir, que es más de lo que haríamos por algún familiar. Si el Fuego Interior nos lleva por el camino correcto, siempre es un sentimiento de doble vía y más que mutuo.

Eres o no compatible, independientemente del género.  No hay azar, porque Dios no juega a los dados, dicen por ahí.  Si lo vemos objetivamente, cada cosa o persona es consecuente de otra. Algunas experiencias mejores, pero todas con un alto grado de aprendizaje.  No siempre las almas gemelas se refieren a relaciones de pareja, a historias de enamoramiento físico.

Hay muchas teorías, valoradas en destino, efectos químicos u hormonales, vida después de la vida, karma, vidas pasadas inconclusas, mil y otras cosas más. Por instantes lo cuestionamos, nos pasa por la mente, pero le dejamos correr para no enredarnos en explicaciones incoherentes que puedan terminar en locura y sencillamente nos enfocamos en existir.

No queriendo caer en ese juego, aunque me considero una gentil loca virtuosa, he de decir que me maravillo con esta realidad.  A diario entra y sale mucha gente de nuestras vidas, por fracción de segundos o esas que aunque ya no estén, dejan huellas indelebles.  Ese(a) que me tropezó en el ascensor y no volví a ver, o aquel que recuerdo con gran emoción a pesar del tiempo.  Quien me regaló una sonrisa sin conocerme y quien me la dio justo porque me conoce y es capaz de compartir mis alegrías, tanto como mis tristezas. Al final, siempre decidimos quien se mantiene en nuestras vidas, es una potestad que tenemos, pero que no conocemos. 

Hay gente maravillosa a la que he amado, amo y amaré, sin que lleven mi sangre, sin que importe el tiempo, sin que importe la distancia… Seres de luz y guerreros con voluntad, que me han regalado grandes lecciones y son parte invaluable de mi historia.  La familia no la define el ADN, si de tu familia le sientes, es porque tu familia es.  No sé si es algo que como dicen, debemos concluir en este plano, si es químico; pero tengo la certeza de que no hay coincidencias, para bien o para mal, todos llegan o se van por una razón y es bueno saber que más allá de los lazos de sangre, de verdad, el amor, sin mucha explicación, lo puede todo.

GG

jueves, 8 de noviembre de 2012

La traicionera duda

ü  Nunca desde de tener dudas.  Cuando las dudas dejan de existir es porque te detuviste en tu camino.  Brida – P. Coelho
ü  No menos que el saber me place el dudar. Dante Alighieri (1265-1321), escritor y filósofo italiano.
ü  La inteligencia nos fue concedida para dudar. Emile Verhaeren (1855-1916), poeta belga.
ü  Me convencí de que dudar de todo es carecer de lo más preciso de la razón humana, que es el sentido común.  Jaime Luciano Balmes (1810-1848), filósofo y sacerdote español.
ü  Creemos, sobretodo porque es más fácil creer que dudar, y además porque la fe es la hermana de la esperanza y de la caridad. Alejandro Dumas (1803-1870), escritor francés.
ü  La duda en el amor acaba por hacer dudar de todo. Henry F. Amiel (1821-1881), escritor suizo.
ü  Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas. René Descartes (1596-1650,) filósofo y matemático francés.

En el contexto general de las leyes, se conoce algo como “la duda razonable” que en palabras sencillas vendría siendo un principio, que obliga a que las pruebas sometidas al juicio para establecer la responsabilidad penal del imputado, sean lo suficientemente convincentes, claras y legales, que no den cabida en el juzgador a ninguna duda sobre su responsabilidad. Este principio está unido al principio de inocencia y a la obligación del acusador de presentar las pruebas incriminatorias ajustadas a los requerimientos señalados en la ley y al juzgador a valorarlas no solo conforme a los requerimientos, sino apoyado en la sana crítica.

Ésta es una referencia de quien no ha estudiado derecho, pero veía Ally McBeal y otras muchas series sobre abogados, locos y demás.

Para provocar la inspiración, busqué frases célebres, sin considerar que encontraría un vasto surtido de perspectivas de los grandes pensadores, sabios, científicos y personalidades terrenales de todos los tiempos.  De alguna manera me satisface, pues eso indica que “todos dudamos” y que dudar es sano.

Me temo que la traicionera duda es prima hermana de la decisión y como buen familiar puede aparecer antes, durante o después de que asumimos los retos.  El día puede arrancar con la sencilla duda de si nos paramos de la cama o se puede complicar con pensamientos como invertir o no, aceptar/ rechazar o no, casarme/ divorciarme o no, vivir/morir o no, abortar/ tener hijos o no, renunciar/luchar o no, ir o no, etc., etc., etc. Nos hace replantearnos el camino, total, nadie es dueño de la verdad absoluta.

Como hay colores, hay dudas, sin dudarlo. Aunque creo en la regla básica de que ningún extremo es bueno (creerlo todo o dudar sobre todo). Entre las peores cosas que nos pueden ocurrir, definitivamente está el hecho de dudar en destiempo, porque es una situación que martiriza y entorpece.  En el momento preciso, sin embargo, nos permite investigar, aprender, analizar, corregir, evitar, proponer, escapar, recapitular, planear, romper, salvar, aclarar, orientar o “decidir”. Mal llevada, puede llegar a ser mortal para nuestra mente, para nuestra seguridad e integridad física, espiritual o emocional, y en cadena, también para la de otros. Nada de “tal vez si…”, duda y resuelve de una vez, que si en la marcha no sale como necesitabas, siempre habrá una alternativa, más no te quedes con la duda.  Tampoco lo de “me estará traicionando otra vez…”, perdona y aprende a vivir con ello, o corta con eso y busca paz. ¿Seré capaz?  Demuéstrate que lo eres, si vale la pena (y no perjudica a nadie). Jamás debe convertirnos en reos, sino dar a lugar actuaciones concretas.

De las dudas han surgido muchos inventos, muchas teorías, pero también conflictos y guerras, y lo digo en el amplio sentido que le compete. Nos puede ayudar a alcanzar el éxito o la derrota.    Cuando se me presentan serias dudas, sé que implícitamente también he de plantearme opciones y por ende “decisiones”.  No puede quedar allí, siempre sirve para propiciar una acción, que supone un bienestar o una alternativa viable para lo que acontece.  Hay que dudar de quien da por sentado todo, porque carece del menos común de los sentidos: el sentido común. Algunas frases populares, ideales para quienes de vez en cuando dudamos: “no todo lo que brilla es oro”, “el que busca, encuentra” o “duda y acertarás”.

En proporción a nuestros dogmas, hasta en eso se generan dudas.  Nuestro instinto humano en algún momento nos hará caer en esa crisis existencial de querer explicarlo y conocer todo – saludable – si al final, tienes en qué o en quién creer.  Nos inquieta saber o no saber, profundizar, descubrir y eso muchas veces se alcanza a través de la duda.

No sé si a veces es aliada o traicionera, pero conozco de primera mano los efectos directos y colaterales al igual que muchos. No siempre tendremos todas las respuestas, no siempre seremos asertivos al dudar, pero en la ruta de la vida, así como es sabio callar, lo es también dudar. Y cuando estamos en un aparente laberinto cargado de dudas, nos sorprenderemos de todo lo que buscar en nuestro interior puede lograr.  

Cierro con una línea de la oración de San Francisco de Asís: “donde haya duda; ponga yo la fe”.  Señor, haznos siempre un instrumento de tu paz. 

GG

lunes, 29 de octubre de 2012

La magia de sonreír y el poder de abrazar

En algún lado he visto un viejo adagio que dice: “Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír”.

Si hay algo que suele ser subestimado, aparte de la confianza, definitivamente diría que es la sonrisa.  Nos distinguimos de las demás criaturas sobre la faz, por la asombrosa facultad de sonreír. Aunque – a manera de comercial – y puede que se rían, pero yo tuve un perro (Sadán), que literalmente lo hacía. Pensaba que era mi imaginación y mi mamá me sacó de la duda, y francamente si eso no era una sonrisa (por la emoción de vernos), la mueca le salía bastante parecida.  El asunto es que reír o regalar sonrisas es gratis y casi a diario, se nos olvida.  Es el idioma universal por excelencia, rompe cualquier barrera lingüística y hasta se ha comprobado científicamente que rejuvenece. Es un bálsamo para el corazón y vitamina para el alma.  Quien la ofrece se siente bien, pero quien la recibe se siente mucho mejor.

Inclusive para mí, que no soy la más risueña, ni alegórica del mundo, es fácil admitir que no podría existir o ser feliz sin reír porque es una manifestación perenne de ser y estar viva.

La risa es mágicamente contagiosa porque cala en lo profundo del ánimo y saca lo mejor de uno. Son los segundos, minutos o el rato en que destellan miles de fuegos artificiales en nuestro interior. Y ni hablar cuando reímos hasta llorar, no hay nada que se le compare. Las mejores, sin duda alguna son las robadas. Hay ocasiones en las que sonreír es la mejor arma para salir bien librado; tal vez cautivar, o disimular… ¿Tienen en mente la sonrisa de una pareja enamorada? Puede que en primera instancia parezcan dos idiotas, pero si los observamos bien, fuera de ese halo que los hipnotiza y de la obvia complicidad, se revela armonía y luz.  ¿Qué tal la sonrisa de un niño? ¿Bello no? Hay ternura, esperanza, ingenio, perspicacia.  ¿Y la de un anciano? Paz, sabiduría, bondad.  Y por más duro que haya sido el día, por más enojada o seria que esté, la sonrisa que viene de mi prójimo, y que probablemente sin conocerme me la ofrece, sencillamente, me desarma, me rindo a la buena vibra de ese obsequio.

Nacemos con esa facilidad y la vamos perdiendo en el camino, solo para aprender con el tiempo, que tenemos millones de razones para reír… Es largo ese trecho hasta que descubres que eres capaz y es mucho más fácil, reírte de ti mismo y de lo que acontece en tu vida. Total, todos hemos pasado por esos extraños momentos, estilo “believe it or not”, en los que creemos que hay cosas que solo nos pasa a nosotros.

¿Y qué hay del abrazo?  Eludimos el contacto físico por prejuicios, temores, respeto, ignorancia, carencias… Soy testimonio del poder de un abrazo.  Situaciones sobran en las que un abrazo de corazón, hace la diferencia.  Ya sea porque no queremos o no podemos hablar, ese significativo gesto nos remunera haciendo que nuestra energía fluya, y nos devuelve seguridad y confianza.

El abrazo, en un santiamén, aún sin quererlo, renueva hasta las ganas de vivir.  Me parece que tiene un valor “divino”, que nos concedió el Universo (o en mi caso, Dios), para que experimentemos la nobleza, la protección y el amor. Así que también es curativo: apacigua las lágrimas, espanta el dolor o intensifica la felicidad, conforta el cuerpo e igual que la sonrisa, es una caricia para el alma. El abrazo habla y se interpreta por sí solo, ya sea que se trate de amor o de perdón; de amistad o de pasión, de alegría o de condolencia, de vida o de sobrevivencia, no hay una palabra que exprese más que un abrazo.

Hay beso de Judas, pero no hay abrazo de Judas, porque es un sublime regalo de vida. Puede que en algún momento beses por compromiso, pero eso no le pasa al abrazo, ese se da porque se siente. No conozco un niño a quien le des un abrazo y no te pague con una sonrisa. Nos hace falta ver y apreciar, a través de la perspectiva de un niño; sin duda, seríamos mejores personas.

En estos días en el mundo de las redes sociales, se me anticiparon al colocar la siguiente frase: “Una sonrisa significa mucho. Dura un segundo, pero su recuerdo, a veces, nunca se borra”.  Y hay otro par que rebusqué porque me encantan: “Una sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz… No hay nadie tan rico que no necesite una sonrisa, ni tan pobre que no la pueda dar”. Con seguridad, hay sonrisas y abrazos que quedan grabados en nuestra memoria. Si no tenemos facilidad de expresión verbal o escrita, incluso teniéndolas, sonreír y abrazar nos libera y nos acerca al mismo tiempo, ya que tienen el valor curativo de sanar muchos males. 

Concede hoy y en vida, todas las sonrisas y abrazos que puedas, pues son recuerdos invaluables que nos inmortalizan a través de la eternidad.  ¡Vive, ama, sonríe y abraza!

GG

Eso que predicas, pero no haces...



Cito:
·         Mateo 23: 2,3. “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”.
·         Lucas 6:48. “Quitemos la viga de nuestros antes de querer quitar la paja del ojo de nuestro hermano”.
·         “Cuando volteamos y quedamos cara a cara con nuestro destino, descubrimos que las palabras no bastan. ¡Cuántas personas conozco que son maestras para hablar, pero incapaces de vivir aquello que predican! Además, una cosa es describir una situación, y otra experimentarla. Por eso, hace mucho entendí que un guerrero en busca de un sueño, se inspira en aquello que hace, y no en aquello que piensa hacer”. Aleph, Paulo Coelho.

Ciertamente es más fácil decir que hacer.  Desde que somos pequeños, aprendemos a idealizar a las personas y posiblemente algunos anhelos o situaciones, y no es hasta que creces cuando reconoces que los hechos hablan más que mil palabras.  Queremos ser como mamá o como papá; tal vez como la maestra o como aquel policía; quizás imitar a algún súper héroe. Por eso, esto de hacer lo que se predica tiene varias connotaciones.

Primero: Ser. Como soy siempre.  Aún sin tener hijos – que es el vínculo inmediato del arquetipo a seguir – siempre seremos el punto de referencia para alguien, por admiración o por envidia, hay quienes desean calzar nuestros zapatos o quienes genuinamente nos admiran.  ¿Quién no ha escuchado el dicho que reza así: luz en la calle y oscuridad en la casa?  Una cosa es adaptarse a las circunstancias y otra muy diferente es aparentar algo que realmente no soy.  Parecer que soy buena gente, alegre, bondadoso, lleno de generosidad y buenos deseos, pero a la vuelta de los seres queridos, pitufo gruñón es un detalle.  ¡Cuidado con la hipocresía!  Y no nos llamemos a engaños que entre cielo y tierra, nada se oculta. 

Somos camino a seguir para los hijos, o para los niños en general, no porque tenemos la potestad de dirigir sus vidas,  sino porque somos ejemplo de vivencias. Entonces, más cuidado con aquello de “haz lo que digo y no lo que hago”; que la doble moral siempre sobra y al final, la desilusión destaca.  Generación tras generación, los padres pueden “intentar” llevarnos por la senda correcta, pero no deben vivir sus sueños o frustraciones a través nuestro; no pueden evitar el proceso de crecer, con sus altas y bajas, pero sí pueden ser luz o esa roca en la que nos apoyamos cuando se necesite.  Hay guiones que no queremos imitar y no aspiramos a revivir de los que nos rodean, por eso es importante observar con suma atención, nuestros propios patrones de conducta.

Segundo: Dar. Qué fácil es dar un consejo, y qué complicado es hacerlo, ¿cierto?  Me produce cierta jocosidad porque nos convertimos muy orgullosos en psicólogos, psiquiatras, médicos, asesores de imagen o legales, críticos y jueces, practicamos trabajo social y relaciones humanas, muy buenos para dirigir, pero muy pobres para aceptar, cambiar o ejecutar.  Cometemos desaciertos al opinar sin permiso, pretendiendo ser dueños de la verdad absoluta porque carecemos de la humildad y en muchas ocasiones de la experiencia para visualizarnos en las sandalias del otro o aceptar que no tenemos moral para emitir ciertos criterios. Nuestro ego nos hace subestimar, condenar, señalar, inventar, calumniar o dañar al prójimo sin remordimiento alguno porque seguramente, en su posición, lo haríamos mejor.

Yo no “debo” y lo pongo entre comillas porque “sí puedo”, pero no debo, decir: vive hoy como si fuera el último día, y luego andar quejándome del pasado, morir de angustia por el futuro y dejar pasar el ahora sin la mayor importancia.  Me miro todos los días al espejo, para recordarme quién soy; consciente de que, no todos los días serán intensos, ni llenos de fuegos artificiales, pero hasta el mar tiene sus días de calma… Aún así, sé que cada término de 24 horas trae esa fracción de segundos lleno de magia, locura o algo nuevo por aprender, y creo que eso compensa el resto de las horas.

Entonces, antes de ofrecer una perspectiva, antes de fallar sentencia, es inteligente pensar y observar nuestras propias carencias. De sabios también es callar y/o escuchar.  No solo digas, también hazlo, para que cuando toque el turno de hablar, lo hagamos con propiedad.

Tercero: Pedir.  ¿Qué tiene que ver el pedir con hacer lo que predico?  Fácil. Porque pedimos más de lo que estamos dispuesto a dar. Es el mismo contenido con otro matiz. Nos produce placer exigir cosas que seguramente están fuera de nuestra capacidad de ofrecer y eso va en todos los planos de nuestras vidas: familiar, social, personal, laboral, sentimental.  Se anteponen la soberbia, el egoísmo, el ego, y muchos otros defectos de carácter.

Para cerrar, sería muy noble arrancar por el principio de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.  Cultivar nuestra alma, mente y corazón con la nobleza suficiente para no hacer a los demás, aquello que no me gustaría que me hiciesen a mí.  Cada uno conoce sus fortalezas, sus debilidades, y claro que sabemos cuando actuamos de mala fe. Si bien el papel aguanta todo, no podemos desmeritar el hecho de que hay palabras que después de dichas, generan un efecto curativo o destructor sin vuelta atrás.  Por mencionar ejemplos comunes, si le pides a tu hijo, a tu hermano, a tu amigo, a tu pareja que deje de fumar o drogarse, procura no hacerlo tú y comprender que no todos tenemos el mismo brío para enfrentar los obstáculos, pero tienes la potestad de ayudarle a salir de eso, sin asumir la postura de juez. No mandes a otros a cuidar el planeta, si tú no estás haciendo nada. No critiques a la que anda con el marido ajeno si cuando ves a tu vecino se te van los ojos o te produce pensamientos morbosos; tampoco digas yo "jamás" haría tal o cual porque no sabes en qué situación te ponga la vida más adelante. No te metas en lo que no te importa, respeta el derecho ajeno.  No incites a la violencia, más bien, sirve como mediador(a). No le impongas a nadie lo que debe hacer, ocúpate de lo que te corresponde. No hables mal de otros a sus espaldas, si difieres de su modo o punto de vista, hazlo de frente.  No prometas lo que no seas capaz de cumplir. No pretendas que tu hijo estudie medicina porque no tuviste la oportunidad, déjalo ser. No envidies la prosperidad ajena.  Por último, deja de decir en este momento: "todo lo que Gina dice aquí es verdad y PRACTÍCALO". ¿Duro?  Nadie dijo que es fácil, pero es más virtuoso hablar desde la propia experiencia y hacer aquello que tanto decimos o pensamos. 

Por el resto, que sea como dice mi frase favorita de San Agustín: Ama y haz lo que quieras.

GG

jueves, 25 de octubre de 2012

Decir "basta"

A eso que te roba el sueño, la salud o la cordura.  A esa persona que te lastima, que te ofende, que no aporta cosas buenas para tu vida. A esa adicción que perjudica tu salud y/ o a tus seres queridos. A esa situación que calcina tu energía, rompe tu voluntad y te multiplica el sufrimiento…

Cuan duro es a veces saber decir “No”, “basta”, “hasta aquí”, “suficiente”.  Parece que estuviésemos diseñados para ser serviles en ese ímpetu por querer complacer y quedar bien con todo y con todos.  Al final, solo queda un profundo desgaste, una gran desilusión y mucho vacío.

Cada día es un desafío; viene con sus instantes mágicos, pero también trae su algo de locura y cantidad de decisiones por tomar, desde abrir los ojos (es una decisión aunque no lo crean), qué ropa ponerme hasta las cosas más inimaginables como amar o dejar de hacerlo, hacer el bien o el mal, luchar o rendirse, firmar una sentencia a favor o en contra, aprobar una ley, vivir o morir, estudiar, aprender, reír, llorar, etc.

Sin generalizar, parecemos tentados a meternos en círculos de los que no logramos escapar: una relación (sentimental, familiar o profesional), un vicio o peligros disfrazados de inocencia, pero cargados de dinamita. Y me pregunto: ¿Cuál es el propósito de sufrir? ¿Por qué o para qué nos exponemos a aquello que va en perjuicio de nosotros mismos?

Comprendo que para aprender el arte de decir NO, se requiere voluntad, punto. Saber quiénes somos, qué queremos y necesitamos, hacia dónde vamos y estar muy conscientes, como las grandes organizaciones empresariales, de cuáles son nuestras políticas de vida (principios y valores), para no permitir que se nos ultraje hasta el pensamiento.

Si estoy en una fiesta o evento social, y no me provoca libar, a estas alturas del partido, no hay quien me obligue a hacerlo.  ¿Tentados a robar (lo que sea), mentir, atacar (como sea), sacar ventaja o burlarse del mal ajeno?  Sobran las justificaciones para hacer aquello que en aparente sano juicio, no haríamos.  Cuando me ha pasado, me gusta pensar que he antepuesto mi principio fundamental de no hacer a los demás lo que no me gustaría que me hicieran, aún así he metido la pata innumerable veces, con la salvedad de que tomé una decisión y esa misma me dio la opción de enmendar y recapitular. La carne es débil, pero los mandamientos firmes y claros.

Solo con el tiempo aprendemos que si no quiero ir a X lugar o con X persona, no tengo por qué echar un cuento para disculparme, sencillamente digo “no puedo o no quiero” –¿por qué? – Pues porque NO, así de elemental, como nos responden los niños.  No deseo ser alcahueta de injusticias, y mucho menos víctima de situaciones que se pueden evitar.  Tampoco me gusta señalar o enjuiciar a otros porque es el que está adentro del cuadrilátero, el que sabe lo que vive.  Sin embargo, me cuesta entender por qué no nos esforzamos desde nuestro corazón para decirle NO a los vicios, al marido que te maltrata, a la mujer que te humilla, al amigo que te manipula, a la tentación de ser infiel o desleal, al sinvergüenza que te soborna, al jefe o trabajo que te explota, al idiota que subestima tu inteligencia, al gobierno que nos oprime, a la memoria que se convierte en yugo, a ese sentimiento enfermizo (que no es amor), al dinero mal habido, al cínico que se aprovecha de tu necesidad…decirle no a la tristeza, al odio del que te alimentas, a la violencia.

Otra vez, creo que muchos de nuestros males surgen de los apegos y para cortar eso hay que tener voluntad (paciencia y compromiso).  Generalmente intuimos cuando algo no está bien o quizás crecemos en un ambiente equívoco que nos hace aceptar menos de lo que realmente merecemos.  Dicen que la práctica hace al maestro; vivir es experimentar y aprender. 

Suelta eso a lo que le das más cuantía de lo que en realidad vale.  Por encima de la necesidad de seguridad, de dinero, de trabajo, de cariño, está el amor por uno mismo y quien no se ama, tiene muy poco o nada que ofrecer.  Somos lo que decidimos ser, y eso requiere esfuerzo, muchos ensayos y errores, pero se puede.  Nadie dice que sea fácil, pero está en cada uno hacer lo mejor, sin olvidar que nuestro derecho termina cuando empieza el de otra persona.  Práctica, una y otra vez, hasta que decir “basta”, sea el inicio de alcanzar todo aquello que anhelas y armonices tu existencia. 

GG

martes, 23 de octubre de 2012

Mi vieja amiga Soledad

Dice el extracto de un texto que me llegó hace días atrás: “la soledad no es la ausencia de compañía, sino el momento en que nuestra alma tiene la libertad de conversar con nosotros y ayudarnos a decidir sobre nuestras vidas.  No asustarse con la propia compañía, pues quien nunca ha estado solo ya no se conoce a sí mismo, y quien no se conoce a sí mismo comienza a temer el vacío”.

Hay situaciones muy puntuales en las que he llegado a pensar que soy o tengo algo de extraterrestre.  Probablemente el hecho de ser hija única de mamá, haber crecido entre adultos, aparte de seria, me enseñó a ser independiente y a convivir con mi querida amiga soledad.  Y digo “amiga”, porque sin duda, me es fundamental tiempo para mí.  No por entrar en diatribas, pero estar solo o incluirla en nuestra agenda, funciona.

El trabajo, el tráfico, la familia, los ruidos, el vaivén y todo lo relacionado puede llegar a abrumar y no lo percibimos. 

Observo desde la esquina del cuadrilátero la conmoción de los que pueden brincar de una relación a otra, sin detenerse. Que necesitan rodearse de muchas personas aunque en el fondo de su corazón, experimenten sentimientos que ni un perro callejero. Quienes se ven acechados por la noche, por la cama vacía, ante la oscuridad.  No conocen otra cosa, no aceptan otra cosa porque su sola presencia les incomoda, les paraliza, les aterra.

Ya sé que el ser humano no está diseñado para estar solo, pero también sé que la soledad bien llevada es sinónimo de salud mental y aprendizaje.  Como dice el escrito que recibí, “hasta el amor necesita reposo”.  No debemos pasar de ser complemento a convertirnos en la sombra de otra persona, a mirar a través de sus ojos, a respirar sobre su nuca, y no solo hablo del amor de pareja, sino del amor en general. Ese comportamiento tiene un alto costo. Hay mucha coherencia en el hecho de tomar unos segundos al día para reflexionar, para pensar o poner la mente en blanco… Hacerlo como mejor nos acomode: yoga, meditación, ducha, ejercicio, lectura, baile, viajar, cualquier opción es buena, si lo haces contigo mismo.

Me pregunto, ¿cómo podría amar o exigir amor u otros sentimientos a los demás, si no me conozco? Soledad ha estado de la mano conmigo desde que tengo uso de razón, por eso sé que la mejor vía para descubrirnos es a través de ella.  Mientras jugaba con mi barbie, mientras estudiaba o hacía tareas; en la adolescencia descubrí el placer de hibernar y gracias a Dios en esos tiempos no existían los celulares y aunque había teléfono nunca fui de quedarme horas hablando con alguien, prefiero mil veces el contacto físico. En la etapa adulta me guío durante todas mis sesiones de techo.

Cuando vives con la familia: padres, pareja, hijos, hasta mascotas, es cuando más se necesita abrirle espacio a soledad, para no perder los sentidos y la objetividad por vivir, para que la existencia no se convierta en una monotonía y llegue el momento en que nos miremos al espejo y no reconozcamos la imagen que se refleja.  Definitivamente no creo en los padres acaparadores que crían hijos dependientes y inútiles; tampoco creo en amigos intensos que necesitan atención 24/7; o en parejas que ni en el baño tienen 5 minutos de privacidad. Todo requiere un justo balance.

Nunca he practicado esto de “un clavo saca otro”, siempre me he sentido afortunada de tener la posibilidad de elegir, y en ese sentido, me doy permiso para recuperarme por mis propios medios antes de darle rienda suelta a mi corazón.  Mi mente requiere tiempo y espacio para canalizar y asimilar los ajustes que se van dando conforme voy creciendo, pero entiendo que lo que aplica para unos, no lo es para todos.

Ay soledad, ¿qué habría hecho sin ti?  Me enseñas todavía de amor propio, me ayudas a vencer mis miedos y romper mis paradigmas. Me hiciste perder el pavor a la oscuridad y me induces a hablar conmigo misma aunque los demás piensen que estoy loca. Me llevas al cine a ver la película que quiero y no a complacer a otros por 2 largas horas.  Haz inculcado en mí la osadía de invitarme a un restaurante, sin tener que pegarme a la tecnología y disfrutar cada bocado.  Me acompañas en cada momento que decido hacer las cosas por mí misma, como aquella vez que compré mi caja de herramientas y me diste luz verde para hacer huecos por doquier. Cuando siento que reviento o que necesito calma, me llevas de cuando en cuando al encuentro con el infinito, donde el mar de une con cielo.  Me obligas a conocer mi cuerpo y a cuidarlo.  Nos hablamos, nos reímos, nos peleamos, lloramos y nos amamos.  Gran parte de mi tiempo debo y necesito compartir y darme a los demás, y nunca has sido egoísta, me dejas ir y venir a mi antojo. Dejas volar mi imaginación, me ayudas a poner mi mente en blanco y pensar…

Eres y serás mi fiel compañera para estudiar, para escribir y para crear.  Me ayudas a vencer mis miedos.  Eres mi maestra en el perdón y te convertiste en indispensable estratega para planear combates.  Me obligaste a conocerme y amarme,  pero sobre todo fortaleciste mi vínculo con todas las energías que me rodean y mi relación con Dios.

En mis ratitos contigo soy inmensamente feliz porque comprendo la fragilidad de la vida y junto a ti es como aprendo a valorar el tiempo y a las personas. Me das la libertad de volar, de materializar aquello que solo estaba en mi mente y con tu intensidad me has empujado a salir en busca de lo que quiero o necesito…Contigo aprendí que puedo prescindir de ti y que no importa cuánto corra, he de volver.

Soledad no es enemiga y es un mal necesario para descubrir y liberar nuestro interior, y dar siempre lo mejor. Puede que huyamos, que le temamos, pero inevitablemente nos alcanzará tarde que temprano, 10 segundos o 10 años.  Así que cuando alguien te mire a los ojos y te diga: quiero estar solo, respeta ese espacio de tiempo en el que repondrá su cosmos. El miedo a la soledad se vence enfrentándolo. Mírala siempre como aliada y verás los resultados.

Amen y hagan lo que quieran, que Dios nos ama. Bendiciones,

GG