Ya casi estoy en las últimas líneas del libro que vengo leyendo, y que, entre tantas cosas he demorado más de lo previsto. Anoche me llamó la atención mucho un párrafo que decía lo siguiente:
“Pertenezco a una religión que cometió muchos horrores en el pasado. A pesar de todo, todavía amo a Jesús, más fuerte que el odio que siento por quienes se denominaron sus sucesores. Y sigo creyendo en el ministerio de la transmutación del pan y del vino”.
Este es un tema, en el que muy poco me meto, porque pienso que cuando hablamos de política y religión, surgen fuertes controversias porque cada quien defiende su punto y eso por ende, no le quita o le da la razón a nadie. Creo que más fácil me es hablar de sexo, pero aquí voy, retándome una vez más.
Yo nací y crecí en una familia cristiana – católica, así que he sido criada bajo ciertos parámetros de acuerdo a las leyes y condiciones de nuestra fe. Como muchos, estoy bautizada, hice la primera comunión, la confirmación (que pienso que debería hacerse después de los 21), incluso me casé por la iglesia. No me puedo quejar porque gracias a eso y la educación en colegios también católicos, mi formación ha sido más que excelente y sigo apegada a mis buenos principios.
Sé que muchos se preguntan a diario, cuál es el sentido de la vida, de actuar bien si a veces experimentas ese sin sabor de no recibir o tener lo que crees merecer. Así de sencillo, yo estudié, con calificaciones sobre salientes, muchas veces dentro de alumnos distinguidos; y, como siempre nos enseñan, fui a la universidad, terminé mis estudios superiores en el tiempo justo, salí al campo laboral, ahorré, compré mi carro, tuve la oportunidad de viajar; y cuando llegó el príncipe me casé.
Les hago este preámbulo porque la realidad que conocemos, no siempre culmina en un colorín colorado y fueron felices para siempre. La vida es continua, así que trae consigo sus altibajos para crecer. Quiero poder correlacionar mis vivencias con el título de la reflexión de hoy. A partir de muchas experiencias difíciles, como suele pasarnos a casi todos, me ha tocado aprender diversas lecciones a las malas, a punta de golpes como diríamos en buen panameño. El divorcio trajo consigo que mi perspectiva de la vida, de las cosas, incluso de la religión que profeso, dieran un importante giro y siento que para bien.
No seré la más santa, católica y apostólica, pero desde muy niña voy a misa los domingos, me confieso, comulgo, más todo el asunto aquel de rezar mañana y noche, en las comidas dar gracias, etc. Una de las cosas peculiares es que tengo una vasta consciencia medio perversa, que me latiga y me culpa por todo, cuando siento vergüenza, generalmente suele ser ajena. Recuerdan eso de: ¿si dices mentiras o te portas mal no vas al cielo? Los papas, los maestros, los sacerdotes, los cristianos en general, no tienen idea del impacto que una frase como esa puede lograr en la memoria, el subconsciente y la personalidad de un niño que obviamente luego será adulto.
Durante el proceso de divorcio, que para aquellos que lo han experimentado, sea en buenos términos o no, NO ES para nada agradable, recuerdo haber ido a la charla del padre Alberto Linares, que se titulaba “No mendigues amor”. De todas las verdades que dijo – y que muchas me cayeron como teja sin resorte – mencionó algo que no quiero cometer pecado de decir textual porque les mentiría, pero en esencia explicó que así nos crían, para sentirnos culpables y no merecedores de muchas cosas, no recibimos el adecuado manejo de los méritos porque siempre, a pesar de nuestras capacidades o dones “tenemos que ser humildes”, para muestra un botón: cuando rezamos el “Yo confesor”, decimos “he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, POR MI CULPA, POR MI GRAN CULPA… No basta con sentirse culpable una vez, hay que golpearse el pecho y repetirlo 3 veces.
Vayan hilando mis párrafos sin sentido. En ese momento crucial (divorcio), acudí a la iglesia, y entiendan que yo siempre he ido a la iglesia, no solo cuando “necesito” favores. Tengo tías catequistas, me educaron monjas, tengo como asesores espirituales excelentes sacerdotes, de hecho el hermano de mi mejor amigo es sacerdote, fui coordinadora de un grupo juvenil y siempre he estado ligada a mi comunidad católica... Hacer el bien, sentir compasión, ayudar, poner la otra mejilla, etc. Y de alguna forma, sin entrar en detalles, recibí un grandísimo tirón de puerta en la cara. No olvidaré jamás, el comentario de una buena amiga, luego de eso, palabras más, palabras menos: "Puede que la iglesia sea lineal porque hay dogmas que seguir, más Dios no lo es porque Él siempre quiere lo mejor para nosotros y esa es la realidad que a veces no tiene nada que ver con la religión".
Hoy, digo con orgullo que soy como me he auto nombrado “católica de izquierda por convicción”. He hecho cosas censurables o para no ponerlo tan dramático, decisiones que no van con los lineamientos de mi iglesia, sin que esto represente hacerle daño a otros. Aún así, a mí no me vienen con ninguna guaracha extraña que me haga cambiar de religión. Respeto las otras creencias. La verdad absoluta solo le pertenece a ese ser o energía superior que le llamamos de muchas formas alrededor del mundo. Tengo amistades muy queridas que practican otras creencias, ya sea por cultura o por elección. Me entristece profundamente que haya tantas personas, y por favor, abran los ojos, que no crean en NADA. Por eso ven que yo siempre cuando menciono a Dios digo “como sea que lo conciban”, es un derecho inalienable que “aún tenemos”. ¿A qué te aferras cuando todo parece ir en contra? ¿A quién le das las gracias por tu salud, por respirar, por existir? Es algo que no logro registrar porque entiendo las posturas científicas y eso de la evolución humana, pero la FE es creer en algo que vemos, pero que tenemos la certeza de que existe, no hay que buscar explicaciones cuánticas ni complicadas. Veo milagros sin explicación lógica aparente por doquier. Creo en el poder de la oración porque conozco los resultados y cuando me dicen: hay que flexionar rodillas, también sé a lo que se refieren. Nadie me cuenta, yo lo he vivido.
Hoy, digo completamente convencida de que soy católica por decisión (no porque mis papas sean católicos o me sienta obligada). Y no soy idiota, yo sé que mi iglesia tiene muchas cosas que corregir, mejorar, aprender... Observen su familia, ¿acaso no conocen a sus papas y saben cuáles son sus defectos? Y muchos les queremos a pesar de eso porque comprendemos, que tampoco somos de reputación intachable. Los cambios no dependen de los otros, ni de las altas esferas eclesiales, sino de cada uno que se dice católico. El santo, porque es santo, Papa Juan Pablo II, pidió perdón a la humanidad por muchos horrores, como menciona el libro que estoy leyendo, y cito otra frase que dice luego de ésta: “solo puede decir “yo te perdono”, quien logra decir “yo te amo”. Yo sigo los mandamientos lo mejor que mi errante humanidad me lo permite, y mi principio de vida como ya lo he mencionado en muchas ocasiones y lo sostengo, es “tratar a los demás, como me gustaría ser tratada”, o no hacer a otros lo que no me gustaría, el resultado es el mismo: “amar a tu prójimo como a ti mismo” y eso señores, no es nada fácil.
Hay cosas que no me gustan de la religión que practico, pero no me voy a cambiar porque ninguna religión, idiosincrasia, o ser humano, puede romper el vínculo que tengo con Dios y tampoco presto oídos cuando hablan mal de ella (pero sé escuchar críticas constructivas), pues creo que todos merecemos respeto por nuestras creencias. Nada es perfecto, nadie lo es, excepto ese ser superior que se manifiesta todos los días en nuestras vidas aunque seamos tan malagradecidos de no reconocerlo o subestimarlo. La religión no condiciona, ni condicionará jamás la fe, al menos no la mía. En Él están todas mis respuestas, se llenan todos mis vacíos, se basa mi vida. Y no soy fanática (ni cerca), no soy de velas, novenas, estampitas o similares, no creo que quien más rosarios u oraciones diga tenga el cielo asegurado, me parece que los hechos hablan mal que mil palabras. No tengo grabada en la memoria toda la sabiduría de la biblia, pero las mejores lecciones sí, aún sin saber los capítulos o versículos, pero bendigo a quienes sí y que no la interpretan como mejor les conviene. La potestad divina, Divina es. Digo lo que siento en mis grupos de oración aunque a muchos no les guste escucharlo -- por eso soy de izquierda-- porque no siendo parte del problema es que tengo la pequeña oportunidad de ser parte del cambio. ¿Tú qué estás haciendo? Todos sabemos que los tiempos han cambiado y nosotros también, que "las religiones" debieran adaptarse o acogerse a la gran carencia de amor que hay hoy en día y a las realidades que nos acontecen, pero todo, como siempre, es un proceso.
Podría extenderme aún más, pero he querido con estas palabras entrar en su corazón, porque hay muchos resentidos, con la vida, con la iglesia o con la religión que profesan, y buscan respuestas en lugares, personas o situaciones equivocadas, y cuestionan a Dios por decisiones puramente humanas. La creencia o la religión no debería dividirnos porque en la mayoría de los casos, se ajustan a eso que nuestro corazón necesita. No creo que divida, eso ocurre en todo caso producto de la imperfección humana.
La energía del amor de Dios está dentro de nosotros. Y como dice San Agustín, y es mi frase favorita: Amen y hagan lo que quieran. Bendiciones,
La energía del amor de Dios está dentro de nosotros. Y como dice San Agustín, y es mi frase favorita: Amen y hagan lo que quieran. Bendiciones,
GG
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