En esas pocas rondas cibernéticas personales que me
he permitido en los últimos cuatro meses, he visto cosas interesantes en los
muros, perfiles y covers pic de
diversos personajes. Entre las que
llamaron mi atención, había un post
que hablaba, entre otras cosas, sobre “honestidad emocional”. Me dije:
¡válgame Dios! En algún momento averiguaré de qué se trata porque en
psicología, psiquiatría, coaching, liderazgo y todas esas
disciplinas que de una u otra manera tocan emociones, siempre sale algo nuevo.
Encontré categorías, tipos y otro sinfín de
elementos explicativos y decorativos sobre el tema. Sin ser erudita, ni querer
parecerlo; palabras más, palabras menos, al hablar de honestidad emocional nos
referimos a la conciencia… ¡Qué
problema! Porque si no se tiene, jodida
está la vaina. Es esa capacidad de reconocer y admitir emociones. Valga la
redundancia, es ser honesto consigo mismo sobre lo que nos ocurre a nivel
emocional. Es un poco de ponderar lo que
el corazón siente versus la razón; escuchar nuestra verdad interna y actuar
conforme a ello.
Se dice que esta se puede comunicar muchas veces
por sí sola, a través de la mirada, de los gestos, incluso en el tono de voz
más allá de las palabras… Otro gran dilema, si consideramos este mundo en el
que nos hablamos más por whatsapp y
redes sociales, aún al vivir bajo un mismo techo. Además, todos sabemos
(algunos por experiencia), que hay notables especialistas en el arte de
confabular, mentir y enredar.
Respetar la sabiduría del corazón (intuición –
conciencia) como de la mente (razón). Cito: “Capacidad para ser sincero con uno mismo, en cuanto
reconocer y asumir nuestros propios sentimientos y emociones, así como ser
capaz de integrar nuestros ideales, convicciones, normas, creencias… También
supone un análisis personal y cuidadoso que requiere tanto la situación,
como lo que se está sintiendo ante ella con el fin de entenderlo adecuadamente
y decidir de qué manera, hacia quién o hacia qué se manifiestan las emociones,
con el fin de lograr un objetivo que resulte constructivo tanto para la persona
como para aquellas con quienes se está interactuando”. (1)
Mi perspectiva
Tanto la honestidad como la inteligencia emocional la necesitamos en todos
nuestros planos: familiar, laboral, social, personal (interior y de pareja).
Resulta vital desarrollar estos elementos que pareciesen innatos, para
llevarlos a un nivel superior que nos permita ser mejores personas porque no se
puede exigir aquello de lo que se carece.
Sin creer que hay una histeria o insatisfacción colectiva con relación a
esto, entendiendo que los seres humanos hemos olvidado lo simple de ser simples
y hasta para eso nos complicamos, nos toca hacer una reflexión íntima sobre
aquello que esperamos de nosotros mismos y empezar a exigirnos un poco más.
La honestidad desde cualquier perspectiva, necesita de convicción. Ser honestos a veces implica consecuencias,
conlleva responsabilidad y otras, un precio a pagar. Es acerca de verdad completa, de compromiso, de
credibilidad y de criterio, tanto para uno mismo, como para los demás.
Esta vida transcurre con cosecha de lo que se siembra y no hay peor
engaño que el que nos decimos a nosotros mismos. A manera de ironía les comparto
el post que despertó mi apetito
curioso, no sin aclarar que la honestidad emocional nos aplica a todos sin
importar la edad o el género.
Seamos felices que la vida es una cuestión de actitud. Decidamos qué clase
de protagonistas queremos ser y cómo deseamos ser recordados.
GG
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