Llevo días con el profundo deseo de discernir si
ante un tema tan sensitivo producido por algunos dimes y diretes, podría emitir
una opinión objetiva y certera. Confieso
que he dudado. Los comentarios, juicios
y toda la ola de sentimientos encontrados me decían que era prudente callar… o
esperar. Pero aquí estoy, con el corazón
que me late a millares por segundo y la convicción de que todo pasa por
algo.
A minutos estaba de descansar de la tecnología,
cuando decidí (luego de muchos días de no hacerlo), leer el Evangelio de hoy
que me llega diariamente a través de un correo electrónico:
Lc 6,36-38: En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre
es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena,
apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque
con la medida con que midáis se os medirá».
Como un
zarpazo directo al corazón y a la conciencia.
Musa (de la inspiración)-- exclamé… necesito escribir.
En el
álgido barrio de trifulca que han generado las palabras tanto panameños como de
extranjeros (residentes o no), siento espanto.
Hace días con justa razón alguien me dijo que este era un país soberano,
donde la libertad de expresión es un derecho, donde cada quien puede emitir sus
consideraciones como mejor le parece… no quise debatir porque a mi entender la
violencia (de cualquier tipo), solo genera más violencia.
Panamá
ha sido, es y será una bendición geográfica y cultural al servicio del mundo
entero. Muy pocos son los que pueden jactarse
de ser auténticos panameños sin que de su árbol genealógico caiga la huella
inmigrante.
No seré
la más patriota, pero estoy muy clara de que, entre las cosas por la que uno puede dar la vida, está el país propio y no hay nada que me haga sentir más orgullosa
que ser panameña, pero esto no obnubila mi mente, ni mi criterio. Con el tiempo
se aprende que las cosas se toman de quien viene. Idiotas hay estratégicamente diseminados en
todo el mundo y eso no tiene nada que ver con nacionalidad, creencia o
sexo. No apoyo, ni justifico ningún
comentario soez sobre la tierra que me vio nacer.
La
diferencia entre los que ofenden y los ofendidos, está en cómo estos últimos
deciden reaccionar: es una cuestión de sabiduría y otro poco de actitud.
En medio de este
barullo, dejo las siguientes reflexiones.
A los extranjeros
- Agradecer: la vida y las oportunidades.
- Respetar: el respeto al derecho ajeno, es la paz. Nadie en su sano juicio va a la casa ajena a ofender, dañar, ordenar o infringir, sin que reciba una acción fulminante y letal. Si actúan mal, eso tendrá consecuencias, repudio y malestar. No se hace a los demás, lo que no nos gustaría que nos hiciesen. Respeto en todos los sentidos: al orden, a la ley, a la privacidad, a la vida, a la propiedad, a la opinión, etc.
- Convivir: si bien nuestra cultura latina se asemeja en muchas cosas, también nos caracterizamos por la riqueza de la diversidad. Como me gusta utilizar analogías, así como nosotros disfrutamos de comer arepas, paella, shish kebab, dim sum, el ajiaco y todas las exquisiteces de la culinaria internacional, nos agrada que puedan degustar de las tortillas. Para todo hay en esta tierra bendecida, sepamos sacarle provecho y promover la armonía a pesar de nuestras diferencias.
- Aceptar: están aquí, por la razón que sea. Y que el propósito común es vivir, pero vivir bien, sin daños a terceros. Construir, edificar, preservar. Ni se muerde la mano que da de comer, ni se despotrica contra el lugar que te abre las puertas al progreso.
- Sobrellevar: por ahí leí un artículo sobre las 5 cosas que todo extranjero debe saber acerca de los panameños y hay mucho de cierto en cada punto. Uno, somos ruidosos… mucho (cuando me dicen que estoy gritando, pongo mi cara de loca incrédula y digo: ¿de qué me estás hablando? Ese es mi tono de voz, por ende me cuesta eso de susurrar secretos). Dos, movemos las manos cuando hablamos (pareciese que en actitud de pelea, pero no lo es; somos alegóricos). Tres, si nos piden una dirección… el cuento va ser largo y nuestra satisfacción plena. Cuatro: los panameños somos de todos los colores (entiéndanlo -- de todos los colores, incluso de esos que piensan que no existen, aquí hay, en múltiples tamaños y presentaciones). Y cinco, sí, detestamos que hablen mal de Panamá en nuestra presencia. Yo añadiría que si encima lo hacen por una red social, lo que viene bajando en candela (y nada bueno). No pierdan de vista que nuestras diferencias nos hacen más ricos si lo sabemos manejar.
A los panameños
- La Patria es algo más que una canción, mucho más que un territorio… es un sentimiento que se lleva donde se esté.
- Justos no deben pagar por pecadores. Por cada Neandertal (Homo neanderthalensis u Homo sapiens neanderthalensis) o ingrato, refiriéndome a aquellos extranjeros que han venido a construir una nueva vida en tierrita istmeña, hay cinco o más extremadamente agradecidos con Panamá y los panameños. No nos dejemos ofuscar.
- Jamás nos burlemos de la desgracia ajena. Nosotros estuvimos sumidos por 21 años de dictadura militar y las cosas cogieron color de hormiga en nuestro país, ¿aprendimos la lección? No olvidemos; porque así como la tierra es redonda y da vueltas, hoy gozamos de buena fortuna y prosperidad, mañana no sabemos. Recién abrimos los ojos a una realidad política que nos ha golpeado por años so pretexto del progreso, pero sabemos que pagaremos un alto costo por ello. Reírnos de la escasez, de la pobreza (material y espiritual), de sistemas de gobierno y/ o civiles que oprimen o esclavizan en otros países hermanos, habla muy mal de nosotros como seres humanos. Intentemos ponernos en el zapato ajeno.
- Atrás los estereotipos. Ni todos los árabes son terroristas, ni todos los hebreos son miserables, ni todos los colombianos narcotraficantes o las colombianas prostitutas, ni son todos los venezolanos conflictivos e irreverentes, ni todos los chinos unos cochinos, como tampoco todos los argentinos odiosos, dominicanos vagos, los alemanes nazis, etc. Como colonense, sé lo que son los estigmas y no han venido de comentarios extranjeros, sino de aquí mismo: del patio. No todos los colonenses somos flojos, maleantes, “racatacos”, ni brutos; no todos los chiricanos son soberbios, ni clasistas.
- Recordemos que tomar la decisión de abandonar nuestro lugar de origen generalmente se ve motivado por importantes razones como la superación, el amor o el miedo. Loable las dos primeras; dolor por la última. No quiero ni querré eso nunca para nuestro país.
- Atrás eso de tirarse la pelota. Quién empezó no es el punto; es quién alimenta el resentimiento, el odio, la discordia. No podemos ser partícipes de eso.
- Finalmente, promovamos la sonrisa y el buen trato entre nosotros y hacia los demás. Somos puente del mundo, corazón del universo. Amar al prójimo como a uno mismo. ¿Ven lo difícil que es? Una sonrisa no cuesta nada, pero gana mucho porque atrae paz que es lo que todos queremos y necesitamos. Seamos tolerantes (no pendejos, pero hay que saber balancear). Que la alegría y la enorme fuerza de espíritu que nos caracteriza se renueven día a día para construir y engrandecer este hermoso país.
Mis
palabras no buscan atacar o defender. No están sujetas a interpretación, pero
si sé que tendrán detractores y halagadores, como en todo. Un mundo mejor, un país mejor se construye
desde uno mismo. El cambio radica en nuestra voluntad de ser gestores de esto,
desde nuestra propia existencia. Dios (o como sea que le llames o concibas),
bendiga a este hermoso crisol de razas y nos permita ser ejemplo de valores,
respeto, progreso y dignidad.
GG
Al fin una voz que clama por la convivencia pacifica y la promoción de la paz. Nos recuerda a todos podemos ser o hemos sido extranjeros en alguno momento y el amor que debemos y podemos sentir por nuestra tierra. Me alegra haber leído tu blog. Voy a explorar las entradas anteriores...
ResponderEliminarGracias Nelson, aunque bastante tarde el agradecimiento, ten la seguridad de que es muy sincero. Bendiciones.
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