domingo, 31 de marzo de 2013

Soy culpable


Se me acusa de ser intensa y me declaro completamente culpable.  Pretendo justificar un poco esta extraña conducta, echándole el muerto al entorno que me rodea, aparte de, mi peculiar personalidad.  Aunque no puedo generalizar, el panameño común suele serlo y vaya que a veces cabrea, pero que quede claro que una cosa es ser intenso y otra muy diferente es|ser necio, inoportuno e intransigente.

Y es que independiente del país de origen, a como están las cosas, hay que ponerle algo de intensidad a la vida, recordando que ningún extremo es saludable.

Ser “intenso sano” desde mi perspectiva es ser meticuloso con las cosas que dices y con las cosas que haces.  No dejar nada a medias y puede ser que el seguimiento es lo que más tedio causa al intenso y la víctima de la intensidad.  Es un poco de preguntar, para no caer en la ignorancia; hablar cuando hay que hacerlo, pero saber callar cuando es propicio (de no ser así, no se es intenso, sino impertinente).  Ir de frente con la verdad y no patrocinar injusticias.  Vivir con fuerza, amar con fuerza, luchar con fuerza y hablo de fuerza interior, de espíritu emprendedor y guerrero.  Tiene un poco de obseso, pero también de precavido; algo de raciocinio y otro tanto de intuición desarrollada…  Una mezcla de factores que si no se manejan bien pueden caer mal (el intenso fastidioso).

El intenso natural cansa o vence, prefiero estar en el último grupo sin producir lo primero.  Fijar metas y ser constante. A veces, “solo a veces”, el fin justifica los medios y hay que dar ciertos empujoncitos para que las cosas se den, sin forzar el balance.

Si hoy me llaman intensa por decir la verdad (sin herir susceptibilidades), lo soy.  Por decir te quiero un millón de veces o demostrarlo, lo soy.  Por preguntar y preguntar y volver a preguntar para estar segura y no meter la pata, lo soy.  Llamar las cosas por su nombre y encarar la realidad, culpable.  Detallista extrema, sí, es correcto. De no ser así, es posible que no fuese la diferencia para aquellos que amo y con aquello que me apasiona. Soy deliciosamente intensa hasta para dormir.

La intensidad le da color y sabor a la existencia, nos nutre de energía vital. Bien utilizada nos abre caminos y mal llevada nos puede cerrar puertas.  Nos da permiso para reinventarnos y nos permite descubrir la vida en todo su esplendor. ¡Despierta que la vida es corta y hay que disfrutarla con emoción!

GG

sábado, 30 de marzo de 2013

“Pongo de moda el amor porque es una decisión y se demuestra con hechos”


En estos días en los que el romanticismo parece una cursilería; los detalles están basados solo en muestras de afecto materiales; las pruebas de amor se circunscriben al sexo; y, la intolerancia está en su apogeo… Vuelvo a hablar de amar, a ver si de muchos que me leen, por lo menos uno entra en sintonía.  Dicho y sostenido, cuando se trata de amar, hay que tener valor, por no decir otra cosa en su esencia más vulgar.

Sin ponerme muy religiosa, me parece que la expresión máxima de amor, para aquellos que somos católicos – cristianos es la del Padre que ofreció al Hijo, y la de éste, al dar su vida por redimirnos… Aunque muchos pensemos que somos capaces de hacer esto por la persona que amamos (padres, hijos, pareja, fe, etc.),  a la hora de la verdad, nunca se sabe y hay espacio suficiente para la duda razonable. Ni hablar; en nuestra perfecta imperfección, estamos muy lejos de semejante capacidad.

Me viene a la mente una frase de esas que te mandan por Internet, pero que quedan en el subconsciente, que dice que hay cosas que una vez que pasan, no regresan: el tiempo, las palabras y las oportunidades… Si me refiero a “las palabras”, no siempre es como nos dicen que se las lleva el viento.  Calan en lo profundo del alma y tienen poder masivo de destruir o construir. 

Hago referencia a esto porque es fácil hablar, pero nos resulta complicado actuar.  Incluso al que más le cuesta decir “te amo”, le es sencillo si se compara con demostraciones concretas.  Y retomo el primer párrafo, que para amar no se necesita invertir millares en bienes materiales.  Es una cosa del día a día; un ¿cómo estás?, ¿cómo te fue?, ¿en qué puedo ayudarte? (y hacerlo), gracias, por favor, te he extrañado, haces que sea mejor… No dar por sentado que la otra persona sabe lo que sentimos, porque todos necesitamos escucharlo, todos consentimos un abrazo, y apreciamos los gestos… “Apreciamos los gestos”, por más sencillos que parezcan, hay que saber agradecerlos.

No se mide en lo que más puedas dar, sino en lo que puedas hacer para ser la diferencia en la vida de ese ser querido. El amor muere con el hastío de sentirse ignorado y nace cada día con la fe.  Rompe barreras de tiempo y distancia, y que conste que no soy idealista, pero sé que se puede y que transciende más allá de nuestros sentidos y del espacio.  Se antepone al egoísmo y a la soberbia porque siempre buscar ser mejor.

Fácil es decir te quiero, porque yo quiero ir a Europa, quiero mi carro, quiero ganarme la lotería, pero amar, y que eso tenga fundamento, no siempre se ve, pero existe.  En el amor no hay guiones, tampoco manuales, ni nada está escrito. 

El amor no se debilita, los que nos debilitamos somos nosotros. A medida que la consciencia envejece, perdemos ciertas facultades y se sensibilizan otras.  Cualquier día es bueno para preguntarse qué estaría yo dispuesto a hacer por amor y qué me limita. También recordar que el amor nace en mí.  Y aunque las palabras tienen poder, los hechos hablan más que mil de ellas. 

No importa cuántas veces me decepcione de los seres humanos o de mí, ni cuantas veces haya perdido en búsqueda del amor, siempre me repondré e iré por más y apostaré por él.  Quien busca, encuentra; quien pide, será saciado; quien toque la puerta, se le abrirá.  Cada vez que tengamos el coraje de decirle a alguien que le amamos, procuremos demostrarlo en toda la extensión de la palabra, con firme decisión y completa libertad.  El amor no es una moda, porque no pasa, pero creo que ya va siendo hora de ponerlo como prioridad en nuestras vidas y darle el verdadero sentido que merece.

Ama y haz lo que quieras.  San Agustín.

jueves, 7 de marzo de 2013

Muerta antes que sencilla


Solo el título me incita a la risa y es que perdónenme, pero esto no aplica solo para las féminas, sino también para los machos. Pues es que el panameño es todo un personaje, que hace que sus jocosas frases, palabras y estilo de vida se contagien hasta al más frío de los habitantes de este planeta, ya sea que estén de paso o hayan decidido rendirse a la belleza de nuestro pequeño paraíso.

En el contexto de lo que nos compete, es posible que muchos lo vean como mera vanidad, pero es más que eso.  Las minucias, me hacen suponer que ante nada y ante nadie dejamos perder el glamour

La gasolina, el pan o la comida en general, los servicios públicos, todo sube, pero ¿adivinen? “Primero muerta, antes que sencilla”. No es una cuestión física, sino de actitud, y eso es algo que abunda en grandes proporciones en tierra istmeña.

Del lugar donde orgullosamente nací, esta práctica es más común que en cualquier otro lugar sobre la faz.  Sin remordimiento, sin vergüenza y sin complejos, andamos del 1 al 10, aunque sea a pie;  la verdad, es que el estilo integral, no necesita de cuatro llantas. Probablemente en la costa también escuchen decir: si hay miseria, que no se note. Puede que la estructura hogareña esté por caerse (literalmente), pero cuando salgo por la puerta, irradio cualquier cosa, menos carencia… 

Aja – ya entiendo por qué este año nombraron a Panamá como el país más feliz del mundo; porque realmente se puede venir abajo todo lo que esté fuera de nuestras fronteras, sin contar la pelea política, cultural o religiosa dentro de casa, si lo vemos con ojos abiertos, no tendría por qué ser diferente; felices o felicianos, nos la pasamos de agencia.

Puede que sea antagónico y de doble moral, trivial y platónico/ superficial, quizás algunos no le hallen la gracia, pero no quiero tocar ese plano, no siempre nos podemos tomar las cosas tan en serio.  En el fondo, nos reímos con picardía, porque esto hace parte de nuestra personalidad folclórica y si eso nos da permiso para ser felices, aunque sea por instantes, entonces, mil bendiciones por ello. La vida es corta y medio difícil, entonces, al final todo se reduce a una cuestión de “actitud”. Uno elige cómo quiere tomar o manejar cada circunstancia que se presenta: con una sonrisa de oreja a oreja y bien “chaniaos”, priti o bonitos (para los que no entienden la jerga), o vueltos leña, quejándonos por todo y dejando pasar los instantes mágicos. 

Mañana en mi lonchera seguro lleve unos emparedados porque no hay para más (falta para la quincena y la cosa está dura, ja,ja,ja, decimos todos); me pondré un jeans viejito, una linda blusa y mis tacones.  Como dice mi abuela, la percha es lo que cuenta; y por lo que a mí respecta, “muerta, antes que sencilla”.

GG

domingo, 3 de marzo de 2013

Eso que no soy


Mateo 23: 2, 3
Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 
En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 
Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.

No se equivoquen.  Ésta no es una cátedra litúrgica, ni mucho menos.  Sencillamente es un llamado porque muchas veces vagamos por la vida, dándonos golpes de pecho, y desarrollamos grandes habilidades para juzgar, criticar, burlar, difamar, ignorar, indisponer, apuntar o quizás tergiversar cosas y a personas.  Algunas, con premeditación y alevosía, y otras por ignorancia.  Quien no haya pasado por una situación así, que tire la primera piedra.

Bien sabemos que es un millón de veces más fácil decir, que hacer.  El compromiso con nuestros valores, ideales, o como le queramos llamar, va más allá de lo que nos enseñaron en casa o en el colegio y cala directamente en nuestra consciencia y en el ejercicio de nuestros actos, en todos los planos de nuestras vidas.

Lo cierto es que muchas veces en el camino, tomamos decisiones incorrectas, que generalmente suelen dejar imborrables cicatrices y un inmenso aprendizaje.  ¡Vaya!, no quiero justificar los míos, pero reconozco que he metido la pata, y no una, sino las cuatro y más veces de las que me gustaría aceptar. Hay momentos en los que existimos y luego pensamos, y en ese vaivén del día a día, nos convertimos en eso que no somos. No sé si es producto del ambiente que nos rodea, de lo que comemos, de la tecnología, de esta sociedad que nos exige más de lo que nos entrega; y, cuando caemos en cuenta, observamos con asombro o con gracia, que aquello que censuramos férreamente, ha hecho parte de nuestra propia historia. El problema es cuando nos permitimos que esos actos sean parte de lo “normal” en ésta.

Escucho con atención cuando me dicen: he tenido que hacer la vista gorda o de oídos sordos, porque ser honesto en tal situación me hubiese costado el puesto. Tuve que mentir (robar, callar, jurar en vano), por tal o cual cosa.  Traicioné la lealtad de X persona porque hice X cosa, etc.

No deberíamos fingir demencia.  No deberíamos hacer uso de la doble moral para aconsejar a otros, basados en un supuesto criterio formado, si en su lugar, no estaríamos dispuestos a hacer lo mismo.  Es más sencillo decir: “déjalo, huye/ enfréntalo, no hagas caso, cóbrala, no te dejes, haz, deja de hacer”… Y ver los errores en la casa ajena, que en la nuestra.

Pues, para ser parte de la solución, nos toca dejar de ser parte del problema.  Vivir con libertad y autonomía, exige responsabilidad, determinación y disciplina. Parte del principio básico de no hacer a los demás, lo que no me gustaría que me hicieran.  De ser ejemplo a través de nuestros actos; si quieres que tu hijo, esposo, amigo, deje de fumar, no lo hagas tú. ¿Qué es fácil? NO LO ES. Pero podemos iniciar con eso de ponerse en el zapato ajeno. Cerrar el pico antes de decir una burrada, hablar cuando las injusticias callan, y saber escuchar, antes de emitir una opinión (si nos la piden).

No nos dejemos envolver por el qué dirán, rompamos aquellos estigmas que como personas nos lastiman y nos hacen indolentes al mal ajeno. Vivamos en libertad responsable y con propósito firme de ser mejores.  Suena muy idealista, pero por algo se empieza.  La lealtad siempre inicia por uno mismo.

Para cerrar, les comparto lo siguiente: “La más destructiva de las armas no es la lanza o el cañón, que pueden herir el cuerpo y destruir la muralla. La más terrible de todas las armas es la palabra, que arruina una vida sin dejar vestigios de sangre, y cuyas heridas jamás cicatrizan. Seamos pues, señores de nuestra lengua, para no ser esclavos de nuestras palabras”.

No culpes a los demás por ser eso que no querías… Enmienda, acepta, vive bien y sé feliz.

GG