domingo, 10 de febrero de 2013

Me visto de 14 aunque sea 10


No es que el muy comercializado San Valentín me sea indiferente, que sea una resentida emocional o una sin gracia como se dice en buen panameño, pero como siempre sostengo, el amor, que incluye la amistad, es una cosa de todos los días.  Huyo de las cursilerías, más no de lo detalles. Aún así, no puedo escapar a la tentación de hablar de ello aunque no sea mi fuerte y a pesar de que la atención la tengan los carnavales… Tarde que temprano, estarás leyendo estas líneas. 

Me he creído eso de que “amar es una decisión”.  Comprendan que cuando hablo de amor, no me refiero solo a las emociones de pareja, sino también a la familia, a los amigos, a los hijos, a los padres, al trabajo, a la patria, toda expresión por mínima que sea, que nos produzca amor. Ciertamente la decisión es consecuencia de algo más: un riesgo.

Rebusco en mi mente ejemplos cercanos, vivencias propias, ajenas, ficticias y bastante reales y veo con perplejidad que el amar está envuelto en riesgos implícitos.  Así como dicen que la profesión más mal pagada es la de ser padres, lo es para cuando apostamos a amar, con una excepción (como toda regla), cuando decidimos amar a Dios.

Cuando nos envuelve el amor genuino, somos capaces de hacer cosas que ni nosotros mismos nos creeríamos capaces, rompemos barreras, traspasamos límites, se hace lo que se tenga que hacer, claro, sin dañar a terceros porque eso sería irracional, pero, a veces también el amor se trata un poco de eso, de locura. ¿Cuándo sabemos qué es amor y no obsesión o costumbre?  Tengo 38 y todavía mis teorías cambian y se reformulan sobre esta respuesta.  Pero supongo, pienso y creo “hoy”, que ocurre cuando el sentimiento saca lo mejor de ti.  Cuando amas a tus padres porque son o han sido una inspiración y no encuentras forma de resarcir todo lo que han hecho por ti. Cuando te privas de cosas que te encantan, porque priorizas que la educación de tu hijo es más importante, así que inviertes en eso.  Cuando los amigos se saben, a pesar del tiempo o la distancia y esto no importa porque ellos cuentan contigo, como tú con ellos en el momento que sea preciso.  Cuando amas a tu pareja a pesar de que sabes que no es perfecta, aunque tenga manías que te molestan, pero reconoces que tú tampoco lo eres y en un mar de imperfección, sus aguas fluyen y ambos se complementan.  Si al recordar a tu patria, estés en ella o no, sientes ese no se qué y le añoras, y te produce orgullo; o si ese trabajo que haces te llena de energía y te revitaliza, no es solo la forma de ganarte el sustento… Entonces y definitivamente, hablamos de amor.

Qué importa si después de tanto esfuerzo y sacrificio, mi hijo no resultó ser lo que esperaba (no esperes, aprende a aceptar); si el amigo o el hermano por el que pusiste la cara no hizo lo mismo por ti; si mis padres no han sido el mejor ejemplo a seguir; si ese matrimonio no terminó en un “y fueron felices para siempre…”  

Cuando apostamos al amor, aceptamos los riesgos y nos lanzamos a la aventura, y esta aventura trae su propia magia, que se extinga o no, siempre nos deja aprendizaje. Al amar, no hay espacio para la soberbia, la envidia o el egoísmo. Hoy comprendo y acepto, que los verdaderos guerreros amamos, no matter what (no importa que). Y tomamos el riesgo, nos llenamos de cicatrices, y éstas dan fe de nuestra capacidad de entrega, de superación, de recuperación y de fuerza interior.  

Amar carece de errores, los imperfectos somos nosotros. Ama sin arrepentimientos y vuelve a amar. Te deseo mucho amor para ti mismo, amor para los demás y que el Universo conspire, para que en su justa medida recibas todo eso que tu corazón y tu mente tanto anhelan y necesitas.  No dejes de decirle cada día, a esa persona o personas que amas, lo que sientes por ellas, mañana, puede que ya no tenga sentido.  Este 14 de febrero y todos los días de tu vida, sean una honra a este noble y gran sentimiento. Bendiciones y que el amor de Dios te llene.

GG

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