miércoles, 30 de diciembre de 2020

Claro que te voy a recordar

Querido 2020:

Infame, duro, horrible, malo, extraño, particular, caótico, complicado, sofocante, surrealista, inusual, inverosímil, difícil… ¿Se te hacen conocidos estos calificativos?

Has logrado convertirte en un número especial, cosa que puedo entender porque estabas destinado a ser único, con un segundo nombre particular “bisiesto”; y mira que no soy de cábalas, ni supersticiones. Aun así, nos permitiste iniciar con gran brío y desbordada ilusión.

Todo depende del escenario y del protagonista. Sobre mi escenario te nombro “aleccionador”. Pensé en muchas formas para describirte, sin apasionamiento, sin rencor. Y tienes tu mérito, al ofrecernos la oportunidad de observarte con detenimiento, lo cual es mucho decir porque siempre nos quejamos de no tener tiempo. Desataste el caos interior que todos llevamos por dentro y emergieron las crisis existenciales. Tomaste prestados algunos privilegios que no sabíamos que teníamos y robaste algunos sueños para obligarnos a despertar y retar a la realidad. Y por momentos, me creí en la dimensión desconocida y sentí que me ahogaba en tu trama.

Vi desde la ventana de mi alma cómo te llevaste a seres amados, que creíamos muy nuestros y eso nos hizo olvidar que lo Divino es perfecto y nada pasa antes o después, sino en su justo momento.  Has sido insolente, pero sigues siendo más “aleccionador” porque al reconocer la fragilidad de la vida, también fui testigo alegre de muchos nacimientos esperados. Este vaivén de emociones me hizo sentir incompleta, luego extasiada; cabizbaja y luego renovada. Me vi, me hablé, me juzgué, me privé, mi consentí, me comprendí, me amé. Y dejaste que viese a los demás. Me enseñaste del amor a la familia, del poder de un abrazo virtual, pero sobre todo del prohibido; de empatizar, de iniciar nuevas amistades, de afianzar otras, de descartar, de estancarse y luego fluir. Y también me hiciste ver de cerca el oportunismo, la intolerancia, la mezquindad, el oprobio. Nunca te cansaste de enseñarnos, de enseñarme. Sobre “lo que no quiero, ni deseo ser” y mis valores recobraron brillo y sentido. Conecté lo que pienso y digo con lo que hago, porque un acto vale más que mil palabras.

Me creía rota y me llevaste al límite para hacerme más fuerte, sabiendo que tengo el derecho a sentirme débil… y no está mal, siempre que no use el fondo como laurel. Me reconecté con la música y las imágenes en mi memoria estelarizaron mis momentos favoritos en el mar (esto me salvó más de una vez).

¿Qué si te voy a llorar? Tenlo por seguro. Marcaste mi memoria de mil maneras. ¿Qué si te voy a recordar? Sin dudarlo, pero sin apego. Nos sorprendiste, nos sacudiste y quedamos de cabeza, ¿acaso eso se puede olvidar? Confieso que me da miedo pensar que, con todo lo temerario que te impusiste, no hayamos aprendido las lecciones. En consciencia y en conocimiento, sé que aquello que no se aprende, repite, repite y repite. Tu sucesor ya nos lo hará saber.

Te respeto y te agradezco por todo, incluso aquello que me costó aceptar y que no te tengo que explicar. Gracias por compartir protagonismo en cada una de nuestras historias. Ensalzaste en todas sus dimensiones el significado de la palabra “resiliencia”. Te he hablado desde el corazón, en mi nombre y en el de muchos. Cumpliste tu cometido. Descansa en el recuerdo.

GG

miércoles, 1 de abril de 2020

Día 19


No sé si sea coincidencia que hasta diecinueve días después es que me haya dado por escribir (es el día del undécimo mes en que cumplo años). Juro que no fue planeado. ¿Cómo es que en todo este tiempo he querido mantener la cordura sin escribir? Me justifico creyendo que escucho, leo y veo tanto que estoy “infoxicada” y eso parece tenernos a todos muy exhaustos.

Estas líneas no son para hacer catarsis y mucho menos dar consejos de cómo sobrellevar algo que a leguas es inédito para todos. Cada uno vive este tránsito por la “dimensión desconocida”, como puede. Hay días y “hay días”.  Este es un yo con yo, pero compartido.

Procuro vivir en agradecimiento, considerando que cada día es un regalo, no uno más, sino uno nuevo que trae consigo sus propias experiencias. Ni idea de qué pase mañana y procuro no atormentarme con eso, pero entre ayer y hoy me han pasado cosas interesantes por las que vale la pena la reflexión.

Ayer
  1. Amanecí tempranito y hormonal. Lloré. Porque el tiempo me ha enseñado a sacar ese mar desde adentro para romper como las olas y como buena costeña, no pretendo ahogarme. Era un llanto de nostalgia por los que no están (y que extraño enormemente), pero también de confusión. Me sentía desorientada, en el amplio sentido que pudiese ser interpretado. Detesto sentirme sin brújula, pero como la vida me ha puesto patas arriba en más de una ocasión, ya le sé seguir los pasos y me acoplo; así que me monté el patín y formalicé mi jornada laboral (hasta me maquillé). Conclusión: la vida sigue.
  2. ¿Y si no me enojo? Si algo me estresa es saber que un ser querido está en aprietos y no poder ayudarle o que no me pida ayuda. Ajá, y ¿qué tal si no la quiere o no la necesita?  Por más ganas que tuve, por más ansiedad que me generó, practiqué el acto de la paciencia y del respeto: a su espacio, a sus creencias, a la forma de enfrentar sus miedos. Muy difícil para mí que siempre quiero andar de redentora o de protectora. Conclusión: muchas veces fluir sin presionar, también es una opción. El auto control bien utilizado es efectivo. Deja mi ego a un lado y no me involucro donde no me llaman.

Hoy
  1. Apoyé a una desconocida. Una chica X en Navacerrada (España), publicó: “Estoy llorando y no sé por qué. Supongo que la situación me supera. Supongo que contarlo por aquí y saber que alguien me lee es como recibir un abrazo. Simplemente gracias”. Recibió más de ocho mil abrazos cibernéticos y más de ochocientos comentarios; entre esos, el mío. Conclusión: no hay distancia para regalar un abrazo, ni para sentirlo. La solidaridad no es solo para quienes conocemos.
  2. Apoyé a una conocida. Misma red, publica: “Insomnio en tiempos de COVID-19, ¡qué cosa tan terrible!”. Para una noctámbula como yo, que ni siquiera recuerda desde cuándo se desvió del camino entre los mortales y Morfeo, fue como el llamado simbólico en ciudad Gótica. Y dije: “Te comprendo. Como algunos, yo lo sufro de siempre y ahora está peor. ¡Ánimo! Música, melatonina manzanilla, una ducha antes de, leer… algo te funcionará”. Conclusión: Mi problema no es el más grande, ni tampoco soy la única. La empatía nos une, nos fortalece.
  3. Hablé con una mujer especial. Ambas estamos en los “ta”, yo en los cuarenta y ella en los cincuenta. Al igual que yo, no pretendemos darnos golpes de pecho sobre lecciones de vida. Leerla fue una bocanada de aire. La cito: “No me gusta las personas que insisten en decir cómo pasar el encierro. Es cierto que hay que aprovechar el momento, pero nadie dijo que era una obligación. No todo el mundo tiene que reencontrarse, hay quienes se encontraron antes de esto. No todos tienen que organizarse, hay gente que vive su vida muy organizada. No todo el mundo tiene que aprender a vivir el presente, hay quienes no les importa. No todo el mundo tiene que ejercitarse, hay quienes odian hacerlo y no van a cambiar eso ahora… Cada uno lo vive como puede y como quiere; todos somos distintos. Por momentos, me agobio porque leo a mucha gente diciendo que tenemos la obligación de sentirnos bien y me imagino que a otros les pasará lo mismo”. Sus palabras fueron un poco más extensas, pero hice check list y pensé: al fin alguien lo dijo. Conclusión: TODOS SOMOS DIFERENTES. Quizás no esté obligada a entenderlo, pero debo respetarlo. Nadie es dueño de la razón absoluta.
  4. Una grata sorpresa. Una de mis nuevas chamas favoritas, me compartió un valioso mensaje de la sabiduría oriental, sobre cómo cuidarse durante una cuarentena. Todo muy bonito, un poco de lo que mi “ta” favorita del quinto piso había alegado. Sin embargo, en esa lista de lo que debería, pero no es, decía: hazle espacio a tus emociones… Y aquí estoy. Conclusión: Cada día tiene su aprendizaje. No estamos obligados a vivir como si fuese el último día, pero sí a vivir y eso significa no ignorar, ni reprimir las propias emociones.


He visto gente con muy poco y estar siempre agradecidos, por lo que la actitud tiene mucho que ver. Aquellas lecciones que como humanidad no logremos comprender, la ley de la vida nos la repetirá. Nada es 100% pérdida o 100% ganancia, pero todo es 100% aprendizaje. 

Entre la bruma y la borrasca es posible encontrar una burbuja de aire que nos renueve el aliento, que antecede a la calma. Es momento quizás, para elevar nuestros niveles de consciencia, conocimiento y energía. Estamos llamados a ser mejores.

GG

sábado, 15 de febrero de 2020

¡Feliz nueva vida hermana!

Toledo, 8 de febrero de 2020


Querida Itzumi:


En el Orden Divino, nacer y morir deberían ser una celebración. Sin embargo, en ambas situaciones ineludiblemente “lloramos”.


¿Sabes? Ya lo hablamos, no te voy a guardar luto, ¿para qué? Si el sentimiento se lleva por dentro. En diciembre del 2017 (año duro), decidí ponerme un tatuaje por ti, por mi tía Nere y por mí: “Un día a la vez”. Tenía que ser en un lugar discreto, pero lo suficientemente visible para que pudiera verlo a diario, para no olvidar esta frase que constantemente te repetía y me repito.


Hoy, he decidido vestir de verde. En mi rebeldía usé zapatos amarillos para despedir a Pocho y hoy, a través de la distancia, que en realidad no es nada cuando de amor se trata, usaré el color de los primeros ojos que me enamoraron: los tuyos. Finalmente fueron verdes, porque cuando éramos más pequeñas a veces te los veía grises, a veces me daba la impresión de que tenías uno gris y otro verde, pero me quedo con tus verdes.


Como sé que estás aquí, con nosotros, solo quería volver a darte las gracias y no tengo que entrar en detalles porque ya sabes a qué me refiero. Si he tenido una hermana, y TODOS LO SABEN, eres tú. No fue necesario compartir el vientre. Si no tomé el primer avión de vuelta a Panamá, ha sido por ti. Sé lo orgullosa que estabas de que el banco me diese esta oportunidad y aunque desde tu partida, me ha costado un poco concentrarme, lo estoy dando todo para que valga la pena y para que sientas con satisfacción: ¡esa es mi hermana!


Dice mi mamá, alías “tu Rurri”, que la edad pesa… y con tantos achaques, comienzo a sentir que es cierto; pero también nos enseña muchas cosas. Uno es no solo lo que dice, sino lo que hace y tú siempre has sido bastante coherente, si lo comparamos con el resto de los mortales. Se vive en función de cómo se desea ser recordado y dudo mucho que quienes compartimos 45 años contigo o menos, podamos discrepar en lo bueno de tu forma solidaria, desprendida y humilde de ser. ¡Lo hiciste bien hermana, lo HICISTE MUY BIEN! Con todo y los errores, con todo y tu a veces testarudo carácter, viviste bien y brindaré por eso. Ya conseguí una pinta sin gluten para celebrar hoy, con eso que también disfrutabas. Celebro tu valentía y tu fortaleza, tu sencillez, pero sobre todo, celebro que ya no tienes más dolor y que estás en buenas manos. Descansa de verdad porque vamos a estar bien hasta que nos reencontremos, entonces, estaremos mucho mejor.


Te prometo (y sabes que soy mujer de palabra) que:

  1. Aunque pase el tiempo y si llego a viejita, si acaso la mente me traiciona, estarás conmigo desde el alma.
  2. Siempre hablaré de ti en presente. SIEMPRE. No por lo que fuiste, sino por lo que eres.
  3. Que cuidaré con mi vida de Fabián y de Abi. Si bien Fabián es nuestro hijo común (y bien bonito que nos salió el chino); Abi es la hija que no tuve. Seguramente, agarraremos nuestras rabias porque sabes que soy intensa.com, pero nos acoplaremos y estaré para ellos cuando me necesiten y cuando ellos crean que no, también. Y nunca les faltará un “te amo”, ni mucho menos un abrazo de mi parte.
  4. Que como buena viajera, te llevaré en cada travesía que haga y ahora, a través de mis ojos, echarás esos viajecitos que nos hicieron falta porque donde haya un horizonte y donde yo mire al cielo, justo allí, sabrás que tendremos ese intercambio de energías. Mis fotos VERDES, serán de ahora en adelante, nuestras fotos y tendrán su propio hashtag, aunque tú nunca hiciste química con la tecnología… mejor aún, porque ahora será telepática la cosa (ja,ja,ja,ja).
  5. Cuidarme, amarme. No creo que a estas alturas pueda ser menos agria (la vejetud es una cosa seria, Zumi), pero procuraré reír más. Ya sabes que no creo en eso de vivir como si fuese el último día, sino en vivir y aprender algo cada día.
  6. No andar jorobándote o invocándote cada vez que se me apachurre el corazón, pero dame tiempo porque lo estaré haciendo muy frecuentemente en estos días.
  7. Te prometo no morir, sin escribir ese libro, aunque no se publique. Así que debo empezar pronto porque ya sabemos que mañana no es prometido para nadie.


Y como no quiero aburrir a la gente con esta carta que en realidad es para ti, voy a citar un pensamiento muy tuyo que llevo en mi cartera, que me regalaste en nuestros tiempos como Ejistas:
“Yo espero de este mundo un cambio radical y sincero,
Que dejen la hostilidad, la incredulidad y las pasiones efímeras
Para dar todo de sí y brindar el amor que Dios nos da y enseñó
En su máxima potencia; sin esperar nada a cambio,
Pues la felicidad está en la capacidad de seguir dando”.


Tengo sentimientos encontrados hermana, soy imperfectamente humana. Lloro porque hubiese cambiado mi posición por la tuya, sabes que sí. He llorado porque me tranquiliza y me alegra que ya no sufras y estés con Dios, pero también lloro de agradecimiento porque sé que no ha sido casualidad que algunos estuviésemos lejos al momento en que recibiste el llamado Divino, de hecho, creo que ha sido mejor, así que gracias otra vez. Perdóname si en algún momento no estuve, si subestimé tu salud, pensando que estarías bien, si me alejé físicamente porque emocionalmente eso jamás ocurrió.


Tus globos verdes y grises están listos, como nos lo pediste a Zohar y a mí. No te pongas intensa, pero si necesitas darte tus vueltas, ya sabes dónde encontrarme. No olvides que el amor trasciende tiempo, distancia y presencia física; yo tampoco lo olvidaré.


Salúdame a abuelo Pío, a tía Maggi y a Pocho, por favor. Y si de casualidad ves a abuelo Papelón y a mis abuelos Foncho y Marina, también.

Te amo, no mucho, ni buco o pocotón, sencillamente, “te amo”. Un abrazo apretao y muy sentido. ¡Feliz nueva vida, Itzumi!


De tu hermana,

Atzel


PD. Para todos los presentes: digan te amo más a menudo, regalen abrazos y sonrisas porque cada día que pasa sin hacerlo, es como un día perdido. Y vivan; no como si fuese el último día, sencillamente, vivan bien.



domingo, 4 de noviembre de 2018

IRA


Hay emociones incómodas de las que pocas veces hablamos, quizás porque no está bien visto, no le damos mayor importancia, porque nos cueste reconocerlas o puede ser que simplemente nos limitamos a sentirlas y vivirlas.  Heme aquí hablando de uno de los famosos pecados capitales que me visitó por sorpresa, en mi paseo por el cuarto piso: “la ira”.

Hay muchísimas definiciones. Sentimiento de indignación que causa enojo. Furia, violencia… Y muchas connotaciones o reacciones en las que nos podemos reflejar.
  1. Corporal, porque sentimos que el ritmo cardíaco se dispara, los músculos se tensan. Como si algunas partes del cuerpo se calentaran. 
  2. Cognitiva, que es bastante visceral porque tiene todo que ver en cómo interpretamos las situaciones; esas ganas inexplicables de acabar con lo que haya a nuestro paso o de tener ciertos pensamientos inusuales e incluso diría que violentos - explosivos.
  3. De conducta, como mecanismo de defensa contra aquello que pretende hacernos daño, que no debería estar relacionada con la agresividad.

Hace dos años y once meses, ella y yo tuvimos un encuentro memorable. En primera instancia no la reconocí, la confundí con un enojo más.  Me había tocado manejar la rabia, el resentimiento, el enfado, pero hasta allí. No me permitía más que eso, so pretexto de no estropear mi energía con malas vibras; sin saber que estaba logrando justo el efecto contrario por reprimir lo que yo defino ahora como una “emoción”.

Escribir sobre ella en ese momento, a pesar de que me lo sugirieron, carecía de un sentido lógico porque necesitaba entender a qué me enfrentaba y cómo lidiar con este monstruo que obnubilaba mi razón y mis pensamientos. Pasé por las reacciones antes descritas y tuve fases con las que muchos podrían identificarse:
  • Indignación. Esto no me puede estar pasando. ¿Por qué y para qué estoy pasando por esto? Es injusto. Es inaceptable. No lo comprendo. Ser bueno, no paga.
  • Rabia 10°. A la décima potencia es llevar la rabia a otro nivel.  Uno en el que no razonas, no entiendes y lejos de victimizarte, vienen pensamientos malucos que si no son controlados, pueden incitar a la violencia, a tomar malas decisiones o que te desquites con los que no han tenido nada que ver.  De allí comprendí el por qué ocurren ciertas agresiones físicas y desenlaces fatales. Fue la peor parte y la que más duró. Desagradable hasta los huesos porque enferma en el sentido literal. En mi caso detonó una fibromialgia (no fue el origen, pero sí la gota que derramó la copa). Empaña nuestra energía y sencillamente no se puede disimular de ninguna forma. Uno deambula con una carga invisible que cada día se hace más pesada.
  • Cuestionamiento. ¿Hacia dónde voy? ¿Hasta cuándo pretendo estar así? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Cómo lo freno? ¿Cuándo lo freno? ¿Tiene solución, cuál es? ¿Qué hacer?
  • Razonamiento. Hay situaciones que escapan de mi control. Nada es casual, todo es causal. Es mi decisión el cómo voy a actuar ante las circunstancias.
  • Aceptación. Cuando acepto, realmente estoy soltando, así que me libero.
  • Reacción. Esta fue la parte más aleccionadora porque la protagonista fue mi actitud. Dejé al universo actuar y reenfoqué mi atención en otras cosas: calidad de vida (física y emocional), un nuevo propósito y ser condescendiente conmigo.

La ira nos sumerge en un espacio de aislamiento emocional tóxico para el cuerpo y dañino para el alma. Sin embargo, bien manejada nos abre la puerta para resolver conflictos. Nos deja saber cuan vivos estamos y lo mortales que somos. Nos puede ayudar a subir nuestro nivel de energía porque a partir de las acciones que tomemos, tenemos la oportunidad de reinventarnos y ser mejores personas.

No es como el resfriado que se quita en un par de días. Requiere toda nuestra entereza para permitirle a la mente actuar y dependiendo del proceso personal de cada quien, hay alternativas para hacerle frente. En mi caso fue integral porque nuestro encuentro vino acompañado de otras variables algo más complejas, pero les comparto algunas cosas que me funcionaron:
  • Respiración. Aprender a respirar es un arte porque mejora la oxigenación de los pulmones,  el funcionamiento del sistema nervioso central y calma de forma inmediata, entre otros beneficios. Hay cursos buenos y prácticos.
  • Yoga. La mente educando y retando al cuerpo.
  • Correr.  Sobre todo distancias cortas, pero rápidas. Ejercicios en general, ayudan mucho.
  • El mar.  Por extraño que parezca, en mí tiene un efecto relajante el simple hecho de contemplar el mar y “respirar”. Es una especie de meditación que ayuda a bajar las revoluciones de la mente. No es necesario darse un chapuzón, ni hacer nada que involucre un esfuerzo físico.
  • Viajar. Si se hace solo, mejor (esto no le funciona a todo el mundo porque la mayoría prefiere hacerlo acompañado).

Cada quien es diferente y la forma como maneje la ira, también. A pesar de que escribir es un mecanismo que puede servir para drenar, no lo hice. Sé que hay otros caminos sencillos y convencionales que funcionan, como por ejemplo: gritar o la música en general. Bajo un ambiente controlado o más bien planeado, a algunos les funciona lanzar objetos sobre alguna superficie plana. Y, llorar también libera.

Con la realidad que vivimos, más acelerada, demandante, consumista y hasta cierto punto “egoísta”, desde los niños hasta los adultos estamos expuestos a lidiar con emociones que se pueden convertir en una ventaja o en un gran dolor de cabeza. Sin tener conocimiento sobre la psique, comprendo que la ira es una emoción o un estado emocional y no un rasgo de la personalidad, por ende se puede aprender a manejar. De lo contrario y si se convierten en una constante, lo mejor es buscar ayuda profesional.

Como seres humanos con defectos y virtudes, y fuera de lo que cada quien considera como propósito de vida, todos compartimos uno en común: “amar, perdonar, sanar” y yo añadiría que  aprender.

GG


lunes, 17 de abril de 2017

Colón de mis amores

Cómo me dueles, Colón… una frase similar leí hace semanas atrás y no deja de retumbar en mi mente. Es una tristeza insidiosa que por momentos me hace perder de vista el horizonte, amenaza mi fortaleza, lacera la esperanza.

La razón obnubila al corazón cuando pienso en esas cinco letras que entrañablemente amo con el alma porque representan mucho más que el lugar que me vio nacer. He querido ser su digna hija, ser ejemplo, trabajar ardua y honradamente desde donde esté, ser una buena ciudadana, convencida de que puedo romper los estigmas para convertir un “tenía que ser de Colón…”, en un ¡felicidades, eres una gran representante de Colón!

Contrario a lo que muchos piensan u opinan en Colón nacemos siendo almas felices a pesar de las vicisitudes. Eso no nos resta el ímpetu de prosperidad, es posible que nos tomemos nuestro tiempo, pero siempre ponemos el toque, “la actitud”, como solemos decir.  Hay tanto derroche de actitud que ahora estamos cosechando años de desdén. Miro con estupor la victimización con la que alimentamos nuestros miedos y justificamos incesantemente cada repetido error.

Por momentos y más allá del enojo, solo las lágrimas aplacan el sentimiento que abate mi consciencia porque mi silencio es tan cómplice como la ironía de quienes dicen amar, pero no hacen nada para demostrarlo.

Quisiera no hablar de hambre y de miseria interior, de revancha y bandas, de reconstrucción y destrucción, de tradición e incultura, pero no se puede evadir la realidad que nos atañe. No quiero ser parte del juega vivo, de la doble moral. No quiero ser de los que murmuran solapadamente, pero no permiten que otros lo hagan porque solo es privilegio de los C3 hacerlo.  Es posible que mis palabras no tengan el poder de cambiar muchas cosas, pero no me daré el lujo de callar, la indiferencia dejó de ser opción.

Las redes sociales me abruman y aunque las evite, no dejan de existir y de ser un mal necesario, después de todo, estamos en la era de la comunicación. Leo, escucho, observo, analizo. Los titulares raramente serán nuestros aliados. ¿Qué hacer? Demoré poco en responderme:

No calles, pero cuando levantes la voz hazlo con mesura porque de lo contrario, aunque tengas la razón, habrás perdido la batalla… y esta, tiene muchos frentes para ganar la guerra. Usa la razón.

No te victimices, porque la culpa no es del gobierno, de los extranjeros, del vecino, de los que te señalan o te menosprecian. La responsabilidad no es de los otros. Cada uno es escultor de su obra, protagonista de su historia. Propicia el respeto y la confianza porque son virtudes que se ganan. No importa cuántas veces te señalen, intenten marginarte, levanta la cara y demuestra con buena actitud el verdadero calibre del que estás hecho.

No imites, patrones de conducta con doble moral; el juega vivo cultural. Sé ejemplo, recuerda que todos te observan, y aunque no lo hagan, basta con que te observes tú.

Aprende, y no dejes de aprender. Sé competitivo, reta tu mente. En lo que decidas ser, sé el mejor. Que la honestidad y educación hablen por ti, y sean los principios que te destaquen. Aprende de los errores; reinvéntate una y otra vez. No temas en equivocarte porque hay una victoria en cada derrota y un gran aprendizaje en cada experiencia.

Actúa, porque suele ser fácil decir que hacer.  Esfuérzate, persevera. Colón no volverá  a ser la tacita de oro, merece ser más y eso no se construirá si no das pasos concretos. Objeta, apoya, denuncia, agradece, sé consecuente con quien te ayuda, reconoce tu imperfección y trabaja por tu perfección.

Sonríela paz empieza con una sonrisa y se sella con un abrazo. Recuerda que Colón lo llevas donde estés, y quién necesita a un animador de fiestas, si en la costa querida, “todos somos el alma de la fiesta”.

Sé ejemplo… porque debes devolverle la gloria a la costa más hermosa de este gran país. Porque si tiras basura en tu ciudad, en tus playas, no tendrás moral para pedirle al foráneo que no lo haga. Si no saludas, ni respondes a un saludo; si no eres cortes, si no cuidas cada rincón, la generación que viene no lo hará y tus huellas no representarán olvido, sino perjuicio y recelo.

Una minoría no define a un pueblo, pero ya no vale esconder los hechos, aplacar titulares negativos con cadenas cibernéticas; tenemos serios problemas que transcienden la efímera estética. Siento pesar de llegar a la ciudad y verla convertida en una zona de destrucción, no solo por sus calles arruinadas o por los escombros que simulan edificios, sino porque odio admitir que aquello es lo que más se asemeja al espíritu que llevamos a cuestas. No importa cuántos millones se inviertan en Colón, si no cambiamos nuestras aptitudes y actitudes estaremos sumergidos en un vasto mar de pobreza interior y mediocridad exterior.

La riqueza cultural más grande de Colón es y será siempre “su gente”, pero ya es hora de que los muchos y BUENOS unamos fuerzas y hagamos la diferencia. Pregúntate qué puedes hacer hoy por Colón porque nos necesita.


GG

viernes, 16 de septiembre de 2016

No renuncies...

A tus sueños, a ser una mejor versión de ti mismo, a escoger tus batallas y a tomar tus decisiones. No renuncies a la posibilidad de encontrar propósito en la vida…si ya lo hiciste, no desistas y si sencillamente no lo encuentras, quizás no lo necesites para ser.  No renuncies a la intimidad de tus noches, a la luz de tus días, a la palabra que dicta tu consciencia.

Respira… no renuncies a hacerlo. No desistas en ayudar, en perseverar, en sonreír, en abrazar.  No renuncies a caminar bajo la lluvia ni a nadar entre las olas; la belleza de la vida está en la simplicidad de las cosas. Camina, aunque sea entre piedras, sigue tu propio ritmo y cuando necesites detenerte para tomar impulso, hazlo, pero no renuncies a dar pasos. De tus palabras sé el dueño, responsabilízate por lo que dices y por lo que haces; a veces de sabios es callar. Comunicarse es un arte, domínalo y no renuncies a hablar.

Cree con convicción en la fuerza de tu espíritu, en la locura de alcanzar el cielo con la mano, en la nobleza de los niños, en la sabiduría de los ancianos, en la experiencia de tus padres, en la calidez de tu familia, en el cariño de tus amigos… Cree en la posibilidad de lo imposible y rompe las barreras del tiempo, de la distancia, del egoísmo, del ego, de la envidia porque el mundo necesita que generes cambios desde tu corazón.

Renunciar a ti es como morir. Ámate, porque solo en esa medida reflejarás y serás capaz de regalar amor. Cuídate integralmente: en mente, en cuerpo, en emoción, en espíritu. Mírate al espejo con atención cada día, en lo profundo de tus ojos están las respuestas que necesitas para ser lo que quieres.  Apasiónate por algo y en lo que sea que elijas, sé lo suficientemente bueno para llenar tus propias expectativas, y si no, sigue…

Disfruta del aprendizaje que traen los problemas, enfócate en los “para qué”, recuerda que no siempre necesitas respuestas, a veces las preguntas suelen ser más valiosas. No se puede renunciar a experimentar o a enseñar.


No tienes que vivir como si fuera el último día, pero procura “vivir”, un día a la vez. Canta, crea, corre, ríe mucho, ama aún más. Nuestro corto camino por la vida está lleno de innumerables instantes mágicos, descúbrelos o haz que ocurran, atesóralos. Cada cual es protagonista de su historia; escribe en tu libro pasajes memorables, apunta a cómo quieres ser recordado. Sé feliz, eso no depende de nadie más que de ti.

GG

jueves, 18 de agosto de 2016

Panamá de escalones y escaladores… de emprendimientos y emprendedores

La relativa relación entre escalar y emprender, me lleva analizar este fenómeno, tendencia, ADN, estilo y/ o decisión de vida, del que mucho se habla y que pareciera estar abocado en el lienzo libre del corazón de las nuevas generaciones, aunque conozco casos reales de magnates cuyo camino inició como un emprendimiento.

Emprender tiene cierta similitud para algo que aunque no hago con la frecuencia que me gustaría,  me genera pasión: escalar… Hay un reto de por medio, un deseo genuino de dar pasos que lleven al logro de este; requiere de coraje, perseverancia, planificación y tiene un margen de error que por momentos nos complica la ejecución, pero siempre hay forma de dar la vuelta e intentarlo otra vez, ya que para la satisfacción que produce ese éxito personal, no hay límite.

Pero, ¿qué es el emprendimiento? Según la Real Academia Española, el término no forma parte del vasto léxico, pero se trata del efecto de “emprender”, que significa tomar el camino con resolución de llegar a un punto. Sin embargo, tanto el vocablo como sus hazañas, tienen edad suficiente para saber que funciona. El término emprendedor1, del francés entrepreneur, es usado para referirse a un individuo que organiza y opera una o varias empresas, asumiendo cierto riesgo financiero en el emprendimiento. Hay otras interpretaciones de esta:

  • 1803: Jean-Baptiste Say: Un emprendedor es un agente económico que une todos los medios de producción, la tierra de uno, el trabajo de otro y el capital de un tercero y produce un producto. Mediante la venta de un producto en el mercado, paga la renta de la tierra, el salario de sus empleados, interés en el capital y su provecho es el remanente. Intercambia recursos económicos desde un área de baja productividad hacia un área de alta productividad y alto rendimiento.
  • 1934: Joseph Alois Schumpeter: Los emprendedores son innovadores que buscan destruir el statu-quo de los productos y servicios existentes para crear nuevos productos y servicios.
  • 1964: Peter Parker: Un emprendedor busca el cambio, responde a él y explota sus oportunidades. La innovación es una herramienta específica de un emprendedor, por ende el emprendedor efectivo convierte una fuente en un recurso.
  • 1975: Howard Stevenson: El emprendimiento es la búsqueda de oportunidades independientemente de los recursos controlados inicialmente.
En la realidad  del siglo XXI, me ha generado mucha curiosidad entender esta dinámica que pareciera nacer del alma de quienes decididamente actúan en pos de un sueño, aunque para ello deben insistir y persistir más de una vez. ¿Qué lo determina, cómo se comporta en Panamá, cuáles son los mayores obstáculos y falencias?

Punto uno: Un asunto cultural – plataforma para alcanzar o anular sueños
El análisis de este camino en Panamá me llevó a descubrir algunas consideraciones interesantes. Según el estudio de Findex 2015 (¿Por qué fracasan los emprendimientos?), hay datos relevantes sobre el comportamiento de este segmento en particular, que explican que este es uno de los países con menos inclusión financiera en Latinoamérica (promedio región 51%).  De allí que la inclusión financiera en el segmento que solo tiene educación primaria o inferior, apenas alcanza el 23%. La propensión de los panameños a tomar un crédito está por encima del promedio de la región (48% vs. 33%), pero solo el 12% de ese 48% tomaría un financiamiento en un banco. Las principales fuentes de crédito en Panamá son: amigos y familiares, seguido por prestamistas informales, que cobran intereses desproporcionados. Y, solo el 43% de la población mayor a 15 años tiene una cuenta bancaria.

Dacil Acevedo, consultora senior en sostenibilidad y responsabilidad social, ratifica que los estudios de UNCTAD (Naciones Unidas) y EMPRETEC muestran a Panamá y a Uruguay como de los países de la región de América Latina con menos emprendedores.​ En el sistema educativo panameño se forma para ser empleados, no emprendedores. En el top of mind cultural de la población en general se aspira a ser empleado, no emprendedor. Hay muchos puestos de trabajo que se han perdido en el sector formal, y que pasan al sector informal bajo la figura de "emprendedores" cuando en realidad es trabajo informal y precario, acotó.

Punto dos: Las condiciones del mercado y las oportunidades
Acevedo destaca en sus comentarios la labor que ha realizado el Centro de Innovación de la Ciudad del Saber, EMPRETEC, Cable Onda (con su semana MiPYME que fortalece capacidades de empresarios y emprendedores),  y más recientemente AMPYME en la promoción del espíritu emprendedor. De acuerdo a los estudios del GEM (Global Enterpreneurship Monitor) la tasa de sobrevivencia de los emprendimientos es aún baja en Panamá. Sin embargo, percibe una oportunidad con los "milennials" como una nueva generación más emprendedora e innovadora que ya no se adapta a las empresas tradicionales y donde el emprendimiento puede ser una opción.

En la práctica, asegura que hacen faltan dos cosas muy válidas a ponderar. Primero, un ecosistema emprendedor público-privado como lo tiene Sillicon Valley en Estados Unidos, que premia la innovación, el ensayo y el error; y, segundo, acceso a capital para las diferentes fases del emprendimiento: capital semilla, préstamos blandos y capital de riesgo para escalamiento.

Actualmente, las empresas que se han metido en microfinanzas en Panamá, no les ha sido fácil porque la escala del país no da para que sea rentable. Las que han sobrevivido están altamente subsidiadas y por ende no son auto sostenibles. En ese sentido, reconoce la labor que hecho Banesco Panamá al enfocarse en el emprendimiento. “No es fácil porque se han enfocado en la base de la pirámide donde hay temas más de fondo como actitud, expectativas y otros temas. Si lo enfocan en la promoción del espíritu emprendedor y pueden dar seguimiento a un par de casos (que no se quede solo en las capacitaciones), pueden dar un par de testimonios del antes y el después sería muy poderoso comunicacionalmente, le daría mucha credibilidad al programa e inspiraría a que más gente se sume”, concluyó. 

Emprendedores Banesco3 es un programa gratuito de formación que brinda herramientas administrativas, gerenciales, personales y técnicas, para mejorar la producción del negocio y hacer más competitivo a los emprendedores mayores de 18 años, cuyo único requisito es saber leer y escribir. Consiste en un curso de 40 horas de duración, dividido en nueve módulos y se extiende en todo el territorio nacional.

Punto tres: Actitud, coraje y perseverancia… el rostro de emprender
En busca de la otra perspectiva, converso con Moraima Sangronis, una docente jubilada y emprendedora innata. “Emprender requiere sagacidad, perseverancia y pasión”, su mirada brillante y su sonrisa cálida, así lo dejan ver. “Yo garantizo la calidad de mis productos; para mis clientes lo mejor”… Y esta escaladora de sueños escritos, puede dar fe de ello porque me he convertido en una adicta a las empanadas, tequeños y cepillados (mejor conocidos en Panamá como “duros”), de la mano experta de Moraima. Su determinación habla mucho de la pericia con la que fija y alcanza cada reto, pero sobre todo con el amor que le pone. Ella es apenas una de las muchas personas que me rodean y que decididamente han optado por esta ruta del “yo puedo, yo quiero”, algunos a medio tiempo o que lo arrancaron como pasatiempo, otros tantos que dejaron sus días de proletariado atrás para sumergirse en esta aventura inundada de aprendizaje. 

Dice sabiamente un emprendedor a quien admiro mucho: “Entendí que para ser un empresario de este siglo, hay que apalancarse en la tecnología, la innovación, la globalización y el conocimiento. No tengo planilla, ni bodegas, mi inversión es mínima, pero lo que más disfruto es ver a las personas desarrollar sus habilidades y aumentar su confianza. Cada día que pasa es un día menos de vida que nos queda. Hay que vivir con pasión”.

En resumen…
Todo emprendimiento3 nace de una idea que, por diversas razones, despierta en una o más personas el interés suficiente como para embarcarse en un arduo e incierto viaje que tiene como objetivo hacerla realidad. Hoy por hoy, gracias a las posibilidades que brinda la tecnología, no siempre es necesario contar con dinero para emprender un negocio; pero ciertos elementos, tales como la voluntad, la perseverancia y la determinación, siguen siendo indispensables.

Dice una frase inédita que “el conformismo es el carcelero de la libertad y el enemigo del crecimiento”. Emprender, sin duda, se trata de una suma de actitud, talento, idea, oportunidad y recursos. Desarrollar la madera para la que estamos hechos.




GG
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