miércoles, 5 de marzo de 2014

Materializando sueños

Las experiencias son para ser vividas y no para ser contadas. Podemos recrear en nuestras mentes ciertas historias y maravillarnos con ellas, pero solo hasta que se conquista ese anhelo, se comienza a llenar la memoria e incluso el alma.

De esas cosas que he requerido hacer antes de adentrarme al cuarto piso, estaba la idea de conocer alguna maravilla del mundo moderno. Muy cerca, en mi continente americano, me lancé a una GinaVentura llamada Perú. Un alto grado de intensidad me hizo ir a pesar de todo, con la plena convicción de que traería conmigo, más que recuerdos… No me equivoqué…

La primera parada: Lima. Una ciudad agitada que me hace pensar que es un mal de todas las metrópolis latinoamericanas con el indeseado tráfico. El encanto de su “Costa Verde”, me atrapó y me embriagó de placer, pues para una costeña nata, nada como estar cerca al mar. Ansias locas para tropezarme con el delicioso pisco sour, qué delicia, igual que su oferta culinaria.

La ganancia más importante durante esta corta estancia es sin duda la calidez de las personas, la sonrisa generosa y el trato amable… Me sacaban una sonrisa cada vez que me decían: “señorita”. Aunque el sol no se dejó ver en su máximo esplendor, no fue impedimento para conocer el Callao, Miraflores, San Isidro, Barranco y Chorrillos.  Una excursión maratónica para aprender un poco de folclore, cultura y darle rienda suelta al placer de camino a Villas (playa en La Encantada ubicada en Chorrillos). Imperdible la Plaza de Armas y la Catedral, en el centro de la ciudad.

La segunda parada: Cusco. La ciudad que esconde el real propósito de mi visita.  El mal de altura no es un mito.  Aunque nunca he tenido problemas de esta índole, lo peor que se puede hacer es subestimar al cuerpo, y como todos los organismos responden de forma diferente, es muy importante tomar en cuenta estas consideraciones siempre que se viaja. No se pasa de estar a nivel del mar a 3,700 metros sin una respuesta brusca al cambio.

Cusco tiene un no sé qué, que produce que uno vuelva atrás en el tiempo. Es una ciudad pintoresca que me sorprendió con su clima, ya que no fui preparada física, ni mentalmente para el frío, sino para la lluvia y hubo más de lo primero a pesar de estar en verano. Esas clásicas imágenes o ideas preconcebidas sobre Perú, las puede uno palpar en ese lindo lugar. Derroche de historia, mística y fascinación por la cultura inca. La Plaza de Armas, la Catedral así como el Convento de Santo Domingo, construido sobre el famoso Templo del Koricancha, y en las afueras de la ciudad apreciar los restos arqueológicos aledaños como Kenko, Puca Pucará, Tambomachay y la Fortaleza de Sacsayhuamán, son como dice cierto eslogan popular. “Priceless”. 

La tercera parada y el sueño: Machupicchu. No escribo con el afán de dar cátedras de historia y mucho menos hacer un artículo turístico. Es apenas la vivencia de una mortal que asumió el reto de cruzar hacia el sur y ver de primera mano el misterio que encierra este lugar del que muchos hablan.  Las fotos o los documentales no le hacen justicia a lo que uno puede percibir una vez está allí. La energía, el poder, ese afán humano de descubrir lo descubierto y adentrarse en un mundo del que no se tienen muchos registros, da cabida para dar rienda suelta a la imaginación.

Irónico suena que haya sido un gringo el que haya registrado la existencia de este lugar. Se le da el crédito aunque no haya sido el primero. Machupicchu, que en lengua quechua significa Montaña Vieja, es de hecho la montaña más alta de este santuario convertido en patrimonio de la humanidad. Sin embargo, el protagonismo de las fotos más populares se le adjudica a Waynapicchu (Montaña Joven), que se ve a un costado. La historia es como un rompecabezas que lleva a un sin número de teorías sobre la construcción y duración y desaparición del pueblo inca que vivió allí.   Lo cierto es que queda comprobada la destreza y conocimientos de esta cultura que no dejaba nada a la improvisación. Todo fue perfectamente construido y con el desarrollo apropiado para convivir con la naturaleza (cosa que no hacemos hoy en día).

Sabia es la madre tierra quien oculta celosamente la belleza que hay en sus entrañas. El camino bimodal, para aquellos que el tiempo no nos da para detenernos en el kilómetro 82 y hacer el recorrido a pie hasta el santuario (durante 4 días), es impresionante. Las montañas, el fondo de la cordillera de Los Andes y la compañía del río Urubamba a todo lo largo de la travesía, es para quedarse con la boca abierta. Nos cuenta nuestro guía Pancho (Francisco), que de hecho éste es uno de los dos ríos que dan origen al Amazonas.

Caminar por esos trechos de piedra, atentos a todas las explicaciones y detalles curiosos del guía, hace que uno quiera remontarse a esos cientos de años atrás para imaginar cómo habría sido la construcción y vida en este lugar. Muchos detalles que son preferibles experimentar de primera mano. El Palacio Real, las Tres Ventanas, la Plaza Sagrada, el Intihuatana, el Cóndor, el Torreón Circular todos construidos con perfección arquitectónica. No tengo dudas, de que Machupicchu fue además un santuario de conocimiento astronómico e intelectual. La magia y el misterio te envuelven una vez que llegas.

Cuando retorno de algún viaje, llego ansiosa por pisar suelo istmeño, convencida de que mientras más pata tiro, más aprecio las riquezas de Panamá. Haber convivido con tantas personas de diferentes partes del mundo, con múltiples anécdotas, me hace recordar lo corta que es la vida y lo mucho que podemos disfrutar y aprender. He quedado con la sensación de que como dice la campaña publicitaria para promover Panamá, me han faltado rutas por descubrir en Perú… Me pican los pies por hacer el Camino Inca, desde el kilómetro 82, subir hasta la cima de Waynapicchu, quizás conocer las playas al Norte, un poco más de Lima y sus Líneas de Nazca… Quizás, quizás, quizás…

A pesar de los percances, que los hubo y muchos, me quedo con lo mejor. En toda travesía aparece un angelito de la guardia que hace la diferencia; en esta ocasión tuve dos. El recordado y querido amigo de mi papá, mi nuevo tío Carlos y sin duda, una entrañable amistad que espero conservar por el resto de la vida: Elsa.  No podría dejar de mencionarles y agradecer desde el corazón cada detalle y cada momento. Igual a Hernán de City Travel, Rolando en Cusco, Rosa María y Francisco en Aguas Calientes.  A todas las personas que me facilitaron, así fuese a través de la distancia o con sus buenas vibras, y a todos los que me regalaron una sonrisa y compartieron minutos, horas y momentos cruciales durante el viaje. Y agradecimiento y respeto a una cultura milenaria y sabia que nos regala conocimiento perpetuo.

Panamá, siempre es bueno volver a ti. Perú, gracias por la experiencia.

28 de febrero al 5 de marzo de 2014.

GG 

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