Las experiencias son para ser vividas y no para ser
contadas. Podemos recrear en nuestras mentes ciertas historias y maravillarnos
con ellas, pero solo hasta que se conquista ese anhelo, se comienza a llenar la
memoria e incluso el alma.
De esas cosas que he requerido hacer antes de
adentrarme al cuarto piso, estaba la idea de conocer alguna maravilla del mundo
moderno. Muy cerca, en mi continente americano, me lancé a una GinaVentura
llamada Perú. Un alto grado de intensidad me hizo ir a pesar de todo, con la
plena convicción de que traería conmigo, más que recuerdos… No me equivoqué…
La primera
parada: Lima. Una ciudad agitada que me hace pensar que es un mal de todas
las metrópolis latinoamericanas con el indeseado tráfico. El encanto de su “Costa
Verde”, me atrapó y me embriagó de placer, pues para una costeña nata, nada
como estar cerca al mar. Ansias locas para tropezarme con el delicioso pisco
sour, qué delicia, igual que su oferta culinaria.
La ganancia más importante durante esta corta
estancia es sin duda la calidez de las personas, la sonrisa generosa y el trato
amable… Me sacaban una sonrisa cada vez que me decían: “señorita”. Aunque el
sol no se dejó ver en su máximo esplendor, no fue impedimento para conocer el Callao,
Miraflores, San Isidro, Barranco y Chorrillos.
Una excursión maratónica para aprender un poco de folclore, cultura y
darle rienda suelta al placer de camino a Villas (playa en La Encantada ubicada
en Chorrillos). Imperdible la Plaza de Armas y la Catedral, en el centro de la
ciudad.
La segunda
parada: Cusco. La ciudad que esconde el real propósito de mi visita. El mal de altura no es un mito. Aunque nunca he tenido problemas de esta
índole, lo peor que se puede hacer es subestimar al cuerpo, y como todos los
organismos responden de forma diferente, es muy importante tomar en cuenta
estas consideraciones siempre que se viaja. No se pasa de estar a nivel del mar
a 3,700 metros sin una respuesta brusca al cambio.
Cusco tiene un no sé qué, que produce que uno
vuelva atrás en el tiempo. Es una ciudad pintoresca que me sorprendió con su
clima, ya que no fui preparada física, ni mentalmente para el frío, sino para
la lluvia y hubo más de lo primero a pesar de estar en verano. Esas clásicas
imágenes o ideas preconcebidas sobre Perú, las puede uno palpar en ese lindo
lugar. Derroche de historia, mística y fascinación por la cultura inca. La Plaza de Armas, la Catedral así como el Convento de
Santo Domingo, construido sobre el famoso Templo del Koricancha, y en las afueras
de la ciudad apreciar los restos arqueológicos aledaños como Kenko, Puca
Pucará, Tambomachay y la Fortaleza de Sacsayhuamán, son como dice cierto
eslogan popular. “Priceless”.
La tercera
parada y el sueño: Machupicchu. No
escribo con el afán de dar cátedras de historia y mucho menos hacer un artículo
turístico. Es apenas la vivencia de una mortal que asumió el reto de cruzar
hacia el sur y ver de primera mano el misterio que encierra este lugar del que
muchos hablan. Las fotos o los
documentales no le hacen justicia a lo que uno puede percibir una vez está allí.
La energía, el poder, ese afán humano de descubrir lo descubierto y adentrarse
en un mundo del que no se tienen muchos registros, da cabida para dar rienda
suelta a la imaginación.
Irónico suena que haya sido un gringo el que haya
registrado la existencia de este lugar. Se le da el crédito aunque no haya sido
el primero. Machupicchu, que en lengua quechua significa Montaña Vieja, es de
hecho la montaña más alta de este santuario convertido en patrimonio de la
humanidad. Sin embargo, el protagonismo de las fotos más populares se le adjudica
a Waynapicchu (Montaña Joven), que se ve a un costado. La historia es como un
rompecabezas que lleva a un sin número de teorías sobre la construcción y
duración y desaparición del pueblo inca que vivió allí. Lo
cierto es que queda comprobada la destreza y conocimientos de esta cultura que
no dejaba nada a la improvisación. Todo fue perfectamente construido y con el
desarrollo apropiado para convivir con la naturaleza (cosa que no hacemos hoy
en día).
Sabia es la madre tierra quien oculta celosamente la
belleza que hay en sus entrañas. El camino bimodal, para aquellos que el tiempo
no nos da para detenernos en el kilómetro 82 y hacer el recorrido a pie hasta
el santuario (durante 4 días), es impresionante. Las montañas, el fondo de la
cordillera de Los Andes y la compañía del río Urubamba a todo lo largo de la
travesía, es para quedarse con la boca abierta. Nos cuenta nuestro guía Pancho
(Francisco), que de hecho éste es uno de los dos ríos que dan origen al Amazonas.
Caminar por esos trechos de piedra, atentos a todas
las explicaciones y detalles curiosos del guía, hace que uno quiera remontarse
a esos cientos de años atrás para imaginar cómo habría sido la construcción y
vida en este lugar. Muchos detalles que son preferibles experimentar de primera
mano. El Palacio Real, las Tres
Ventanas, la Plaza Sagrada, el Intihuatana, el Cóndor, el Torreón Circular
todos construidos con perfección arquitectónica. No tengo dudas, de que
Machupicchu fue además un santuario de conocimiento astronómico e intelectual. La
magia y el misterio te envuelven una vez que llegas.
Cuando retorno de
algún viaje, llego ansiosa por pisar suelo istmeño, convencida de que mientras
más pata tiro, más aprecio las riquezas de Panamá. Haber convivido con tantas
personas de diferentes partes del mundo, con múltiples anécdotas, me hace
recordar lo corta que es la vida y lo mucho que podemos disfrutar y aprender. He
quedado con la sensación de que como dice la campaña publicitaria para promover
Panamá, me han faltado rutas por descubrir en Perú… Me pican los pies por hacer
el Camino Inca, desde el kilómetro 82, subir hasta la cima de Waynapicchu, quizás
conocer las playas al Norte, un poco más de Lima y sus Líneas de Nazca… Quizás,
quizás, quizás…
A pesar de los
percances, que los hubo y muchos, me quedo con lo mejor. En toda travesía
aparece un angelito de la guardia que hace la diferencia; en esta ocasión tuve
dos. El recordado y querido amigo de mi papá, mi nuevo tío Carlos y sin duda,
una entrañable amistad que espero conservar por el resto de la vida: Elsa. No podría dejar de mencionarles y agradecer
desde el corazón cada detalle y cada momento. Igual a Hernán de City Travel,
Rolando en Cusco, Rosa María y Francisco en Aguas Calientes. A todas las personas que me facilitaron, así
fuese a través de la distancia o con sus buenas vibras, y a todos los que me
regalaron una sonrisa y compartieron minutos, horas y momentos cruciales
durante el viaje. Y agradecimiento y respeto a una cultura milenaria y sabia
que nos regala conocimiento perpetuo.
Panamá, siempre es
bueno volver a ti. Perú, gracias por la experiencia.
28 de febrero al 5
de marzo de 2014.
GG
No hay comentarios:
Publicar un comentario