Sí quiero, fue la frase que pronunció esta mañana Norma Alejandra. Hasta ese momento, una total desconocida para mí y puede que la vida no nos tropiece otra vez, pero hoy fui testigo de su voto de fe para recibir el sacramento del bautismo. Visiblemente apenada (parece de personalidad tímida), probablemente porque calculo que tiene unos veinte tantos años, dio un paso con la valentía que supone aceptar a Dios en su vida y con la gran responsabilidad que eso conlleva. Hicimos de ese momento uno de los más especiales en su vida, no solo con aplausos y buenos deseos, sino con oración y amor.
La mayoría de los católicos pasamos por ese proceso de forma un poco diferente, ya que somos recibidos como cristianos sin contar con uso de razón, pero sí con la convicción y posterior educación de nuestros padres. Luego participamos de la primera comunión y cuando tenemos el criterio para decir “sí quiero”, nos confirmamos.
Quiero hilar este hecho con dos cosas importantes. Primero, el amor. Dios es amor, y el más grande de todos los mandamientos es amarlo con toda nuestra fuerza, poder y confianza, y, al prójimo como a nosotros mismos. Les comparto un fragmento de la segunda lectura de hace 2 domingos:
“Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por Él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza, y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha dado”. (Rm 5, 1-5)
Segundo, sí quiero. He estado como muchos, en situaciones de suprema alegría y de extrema tristeza. Hechos que ayudan a poner nuestra vida en perspectiva y ponen a prueba la voluntad y la fortaleza de espíritu. Muchas más veces de las que puedo aceptar, he sentido que no puedo librar la batalla o que la prueba me supera... Pero así como dijo hoy Norma Alejandra: sí quiero; he comprendido que aceptar es una cuestión de fe. Puede que las cosas no salgan como queremos, pero les aseguro, que salen como deben ser y que cada experiencia deja su aprendizaje y nos acerca a lo que debemos ser. Seré muy cuidadosa y ahora más consciente cuando vuelva a decir la frase “sí quiero”.
Para conocer de Dios hay que amar. El padre Popito preguntó hoy, qué es más fácil… ¿Amar o dejarse amar? Una buena reflexión para la semana y un cuestionamiento útil de hacer en todo momento de nuestras vidas. Como decía la Madre Teresa de Calcuta: ama hasta que te duela, y si te duele, ama más. Démosle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Bendiciones,
PD. Dile hoy a quien amas, lo que sientes, puede que lo esté necesitando... Y si ya lo hiciste, no está de más reiterarlo.
GG
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