domingo, 20 de octubre de 2013

Instantes mágicos

Ningún día es igual a otro, punto. Me ha pasado como a muchos que sucumben ante la rutina y se pierde la esencia del hechizo y del aprendizaje que viene con cada amanecer… Eso, el amanecer. Algunos quedamos en la noche perpetua o en el día irreverente y plagado de mil cosas que nos hace creer que el tiempo no alcanza.

Creer que no hay propósito o que éste tiene por fuerza que ser algo notable, extraordinario… Busco en la brújula el norte, sin recordar que también hay sur, este y oeste. Extraño respirar el aire marino de la costa y me pregunto: por qué no he ido…

Definitivamente suele ser más fácil decir, que hacer; aconsejar, que practicar; hablar, que escuchar. Se hace pausa y sin querer, es probable quedarse en ese estado sin observar, sin apreciar. Agradecemos (a veces), pero, siempre hay un pero.

No quiero mirar atrás para darme cuenta de todas las cosas que pude hacer y no me atreví, o todas las cosas que se me pasaron esperando lo inesperado.  Los vacíos los llena Dios (y eso va también para los que no creen).  Cada día trae su magia y tiene su poder. Tiene 24 horas, mitad luz de sol, mitad luz de luna y así también es la vida, hasta en sus momentos más difíciles. 

Los instantes van desde el mismo segundo que abrimos los ojos y descubrimos que despertamos; muchos no lo logran.  Que nos paramos y vemos con alegría o con angustia el reloj; eso significa que vemos, sentimos y escuchamos (si trae alarma)… Que nos bañamos, desayunamos y salimos. Igual: tengo agua, tengo comida, tengo pies para caminar o un medio de transporte para andar; y en efecto, un destino al que llegar, aunque no me guste.

Hay los otros más obvios y que se nos hacen menos tangibles: los buenos días del extraño, la sonrisa de un niño, el te quiero de un ser querido, que también puede caer en la mortal rutina y no logramos apreciar su significado y profundidad. Un cielo radiante de azul o de gris…

Cuando me dicen que hay otros que no pueden o no tienen, a veces aflora el egoísmo de pensar que es consuelo de tontos porque “mi pesar” es más grande que el de los demás y que eso no importa porque estoy centrada en “mi problema”. Y se me pasa, se me pasa el encanto de cada día, se me olvida esa fracción de segundo que sonreí o que pude regalar una sonrisa, me tomo las responsabilidades tan a pecho que pierdo de vista que la vida es una y vuela.

Te invito, como me invito a mí, a gestar el compromiso personal de archivar en la memoria los instantes mágicos de cada día, descubrirlos y atesorarlos. Es un ejercicio que si se hace bien deja gratas sorpresas y alimenta nuestro corazón. Son las pequeñas grandes cosas las que verdaderamente valen la pena.

GG

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