sábado, 15 de junio de 2013

¿Qué me trajiste papi?

Es la frase que hasta el sol de hoy, se me ha quedado tan grabada que aún la digo. No me es difícil regresar en el tiempo y descubrir que hay muchas sonrisas guardadas en la memoria gracias a mis papás.

¿Papá solo hay uno?  Negativo.  Si tener uno es un premio, tener dos, es una completa bendición.  El único problema es saber de cuál estoy hablando en determinado momento. Las niñas tenemos esa habilidad innata para amar y envolver a papá… Muy diferente a lo que pensaba hace algunos años, discrepo en la teoría de “madre/ padre”, porque siento que tanto la figura materna, como la paterna son irremplazables.  Nadie llena el espacio nadie, sencillamente vamos adaptándonos y hacemos limonadas con la lluvia de limones que nos va regalando la vida.

Aprendí de fútbol (y cómo no permitir que me metan gol), de carros, de moral y valores, de disciplina, de cómo tomar, con un par de gritos… a conducir, de equivocarme y seguir, de lo bueno, lo malo y lo feo, de besos, abrazos y te quiero(s)… Mérito completo de mis papás.  Pero la lección más grande es la de amar.  Suena chistoso, pero son los hombres de mi vida; que me aman sin que yo tenga que darles nada a cambio (al buen entendedor, pocas palabras).  Tienen vocación de psicólogos, prestamistas/ financiera (sin intereses), bufones, amigos, muy buenos críticos… Aunque no lo saben, se compensan y a través de eso he recibido una formación equilibrada y feliz.

Por cada mal padre, hay muchos otros y muy buenos. Les he visto en acción y desde la perspectiva de ser hija, les comprendo.  Dentro del matrimonio/ relación o fuera de ella, conozco verdaderos súper héroes que se niegan a fingir demencia o desconectarse de su camada. En estos tiempos, se necesita coraje, por no decir otra cosa más folclórica, para ser papá. 

En atención a los miles de hijos sobre la faz, no puedo menos que agradecer a esos personajes.  Generalmente comparan a las mamis con los ángeles, muy subliminal, sutil… Sin chiste o para tergiversar, los papas tienen su gen canino, pero no cualquier can, hablo de raza Premium: protectores, cazadores, leales, inteligentes, fuertes, con grandes habilidades y sentidos altamente desarrollados (como el olfato por ejemplo)… Podría compararlos con Batman, Superman, Iron Man, etc., y si los tiro a todos en una licuadora probablemente me quede corta.

Gracias papás por darnos el don de la vida.  A los que están, a los que les separa la distancia física, a los que ya partieron, pero siempre nos cuidan: “muchas gracias”, por ser ejemplo a seguir, aún en la imperfección que todos tenemos, gracias por la calidad del tiempo, por los mimos, el apoyo, las lecciones, las nalgadas, los regalos, las reglas… Gracias por cada frase reiterativa: cuídate; cuando tú vas, yo vengo; pregúntale a tu mamá; NO, porque yo lo digo o un simple OK, y aquella que a veces es dura de decir pero que se siente en lo más profundo – “te amo hijo”.


Más allá del día comercial, si son papá deportista, papá fashion, papá amargado, papá extremo, papá chistoso, papá tacaño, papá intenso, papá “multitasking” (hácelo todo), papá intelectual, papá DJ, papá tecnomaniático, papá driver, o simplemente PAPÁ,  Dios les bendiga y les conceda el discernimiento y la sabiduría que necesitan para llevarnos de la mano siempre… Porque no hay obstáculo que el amor no pueda vencer… Solo mueren quienes pasan al olvido. Bendiciones y ¡FELICIDADES!

GG 

domingo, 9 de junio de 2013

¡Sí quiero!

Sí quiero, fue la frase que pronunció esta mañana Norma Alejandra.  Hasta ese momento, una total desconocida para mí y puede que la vida no nos tropiece otra vez, pero hoy fui testigo de su voto de fe para recibir el sacramento del bautismo.  Visiblemente apenada (parece de personalidad tímida), probablemente porque calculo que tiene unos veinte tantos años, dio un paso con la valentía que supone aceptar a Dios en su vida y con la gran responsabilidad que eso conlleva.  Hicimos de ese momento uno de los más especiales en su vida, no solo con aplausos y buenos deseos, sino con oración y amor. 

La mayoría de los católicos pasamos por ese proceso de forma un poco diferente, ya que somos recibidos como cristianos sin contar con uso de razón, pero sí con la convicción y posterior educación de nuestros padres. Luego participamos de la primera comunión y cuando tenemos el criterio para decir “sí quiero”, nos confirmamos.

Quiero hilar este hecho con dos cosas importantes.  Primero, el amor.  Dios es amor, y el más grande de todos los mandamientos es amarlo con toda nuestra fuerza, poder y confianza, y, al prójimo como a nosotros mismos. Les comparto un fragmento de la segunda lectura de hace 2 domingos:

“Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por Él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.

Más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza, y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha dado”. (Rm 5, 1-5)

Segundo, sí quiero.  He estado como muchos, en situaciones de suprema alegría y de extrema tristeza. Hechos que ayudan a poner nuestra vida en perspectiva y ponen a prueba la voluntad y la fortaleza de espíritu.  Muchas más veces de las que puedo aceptar, he sentido que no puedo librar la batalla o que la prueba me supera... Pero así como dijo hoy Norma Alejandra: sí quiero; he comprendido que aceptar es una cuestión de fe.  Puede que las cosas no salgan como queremos, pero les aseguro, que salen como deben ser y que cada experiencia deja su aprendizaje y nos acerca a lo que debemos ser. Seré muy cuidadosa y ahora más consciente cuando vuelva a decir la frase “sí quiero”.

Para conocer de Dios hay que amar.  El padre Popito preguntó hoy, qué es más fácil… ¿Amar o dejarse amar?  Una buena reflexión para la semana y un cuestionamiento útil de hacer en todo momento de nuestras vidas.  Como decía la Madre Teresa de Calcuta: ama hasta que te duela, y si te duele, ama más.  Démosle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.  Bendiciones,

PD. Dile hoy a quien amas, lo que sientes, puede que lo esté necesitando... Y si ya lo hiciste, no está de más reiterarlo.

GG